viernes, 28 de noviembre de 2008

Fiestas Patrias Día 4 Gran Final!

Tras salvarse de un coma diabético, Das Kompater despertó con un hambre feroz y dado que el "Café de la Parroquia" tenía una deuda pendiente, Zottacko y Das Kompater decidieron cobrarla.

Los "jóvenes" armados de valor y mucha azúcar en la sangre tomaron el camino rumbo al mal
ecón.

Aparcaron sus vehículos en el poste más cercano y ocuparon una mesa en el susodicho café antes de las 7:30 AM.

Zottacko desayunó:

  • Plato volador (Sándwich de jamón, queso y algo más prensado y doradito.
  • Café Lechero



Mientras que el menú mañanero fue para Das Kompater:

  • Bomba (pan dulce “concha” con frijoles queso).
  • Pachola de guanábana (helado de guanábana batido con leche)





Mención aparte merece el "postre":

  • Jai Alai (helado de vainilla, flan, crema, mermelada de queso con un panqué y grosella).

Mientras disfrutaban de sus alimentos, observaron que un par de ciclistas cruzaba frente a ellos, rumbo a San Juan de Ulúa. Lugar al que pensaban acudir, pues al ser martes, estaría abierto al público.

Con una mirada tipo hollywoodense acordaron engullir sus alimentos cual boas, pagar la cuenta correr a buscar a los ciclistas.

Sin embargo, el mal servicio del lugar les impidió hacerlo con prontitud.

Así que la idea de alcanzarlos se desvaneció.

La siguiente opción fue: buscar un cajero o ATM.

Pero para su sorpresa, al salir se encontraron a los ciclistas. Eduardo y Emmanuel, dos ciclomontañistas de Boca del Río que religiosamente toman sus vehículos cada fin de semana y entre semana, cuando se puede.

Con sus bicicletas como cartas de recomendación, los ciclistas ejercieron una especie de ritual similar al de los perros que para reconocerse huelen sus partes, los deportistas dedicaron unos minutos para apreciar sus vehículos.

Seguían en ese proceso cuando decidieron acudir a Boca de Río. El cielo, aún triste, lloró mientras los cuatro ciclistas, a veces en una fila y a veces en dos, marchaban por el puerto semidormido.

Conforme se fueron conociendo, fuero también uniendo sus fuerzas contra el viento matutino que desde el Sur soplaba.

Cuando ya llevaban más de la mitad del camino recorrido, apenas comenzaban las presentaciones, que de formales no tuvieron nada. Apenas el nombre de pila.

Al poco rato, la lluvia se intensificó pero poco les importaba, pues lejos de estorbar, les refrescó.

En un paisaje extraño, como aquél relato de "Dama de noche", con el clima que te hace sudar aunque solo esté uno echado a la sombra, los ciclistas surcaron el asfalto cubierto por una delgada capa de agua, mientras una leve llovizna poco a poco se les unió en la ropa.

Tan metidos estaban en su andar que ni cuenta se dieron de haber llegado a "Boca del Río". Y como tal, estaba inundado.

No se trataba de encharcamientos ligeros, sino de riachuelos que cubrían de pared a pared el suelo.

En un punto, Zottacko siguió a "Trek-uel" mientras que Das Kompater seguía a "Specializ-edu" y cada uno tomó rumbos distintos.

En eso estaba, cuando Specializ-edu surcando la banqueta viró a la derecha pero muy cerrado a la esquina y Das Kompater por no querer caerse o rasparse con la esquina, abrió un poco más su giro. Pero al hacerlo encontró una coladera abierta con su llanta delantera y por fuerza de gravedad, cayó en semejante agujero.

En incidente no llegó a mayores proporciones que las de haber tenido el susto de su vida y un leve raspón en la rodilla.

Das Kompater se subió denuevo a su vehículo y retomó el camino, por donde creyó que sus compañeros habían pasado, pero al querer ver la hora en el velocímetro, se dio cuenta de que este se había caído con el golpe.

Así que volvió sobre sus pasos sin muchas esperanzas de volver a ver el aparato. Pero cual sería su sospresa al ver flotando en círculos, sobre el vórtice el pequeño velocímetro.

Al volver sobre el camino andado, recorrieron el centro del minúsculo poblado donde todos se conocen.

La vida en este lugar parecía tan apasible como el correr del agua, que sin mucho afán sigue su eterno camino hacia el mar.

De vuelta a la ciudad, los cuatro ciclistas intercambiaron sonrisas, felices de haber realizado una buena acción.

Das Kompater aún no se logra explicar cómo es posible que un simple vehículo extienda tan fuertes lazos fraternales con quienes de otro modo, serían simples extraños.

Con un abrazo y buenos deseos, los ciclistas se despidieron, no sin antes tomarse la foto del recuerdo.

Ya en la ciudad, Das Kompater y Zottacko regresaron al hotel para darse un baño y saldar sus deudas.

Al salir, Das Kompater deseó sacar provecho de sus "dotes" de periodista y conseguir un buen lugar para comer.

Pero la mala actitud hospitalaria de la recepcionista le quitó las ganas de insistir. Con decir que, la chica ofendió sus deseos de comida local con una propuesta que más parecía mentada: "aquí delante hay un McDonald's".

Semejante grosería para un amante de la comida es inaudito. Sin embargo, Das Kompater hizo oídos sordos y decidió junto con Zottacko encaminarse a la terminal de autobuses y si por casualidad algo decente se cruza frente a ellos... Hacer la respectiva escala.

No había alcanzado a pasar 3 ó 4 cuadras cuando dierón con el lugar perfecto. Justo en la esquina de S. Pérez Abascal y el Blvd. Manuel Ávila Camacho, encontraron el lugar ideal.

Una empanada de Mililla para compartir y sendos filetes especiales (filete de pescado, relleno de mariscos, bañados en salsa de vino blanco y mantequilla). De beber, una jarra de limonada, de esas que sí quitan la sed.

Con la panza llenita, los ciclistas se dirigieron a la terminal de autobuses rebozante de gente. Turistas que decidieron hacer puente esperaron hasta el último momento para comprar el boleto de regreso a sus ciudades.

Por obvias razones, las carreteras hacia el DF se volvieron estacionamientos improvisados y en lugar de llegar a las 8 ó 9 de la noche, arribaron a la terminal de Taxqueña cerca de las 11pm.

Das Kompater, un poco cansado de tanto trajín se recostó un poco en el asiento, para descansar los ojos. Pero apenas sintió que se acomodaba cuando ya se encontraba en el centro de Cuahunahuac.

En cuanto llegaron, sacaron las bicicletas de la cajuela y se prepararon para dirigirse a sus respectivos domicilios. Sin embargo, un pequeño detalle les impedía salir: La bicicleta de Zottacko se resistía a recibir su llanta delantera.

Tras batallar más de 30 minútos encontraron el problema y la solución. Pero, ahora el mayor problema radicaba en el tremendo aguacero que caía sobre la ciudad.

Los impermeables y rompevientos que durante todo el trayecto sólo pasearon ahora era su única defensa de la intemperie. Sin embargo, en el caso de Das Kompater no fue de gran ayuda.

Con las calles de la ciudad hechas ríos, los compañeros de viaje circularon como fantasmas en un pueblo desierto. Sus siluetas apenas distinguibles se anunciaban con luces tintilantes al frente y detrás de sus vehículos. Con la esperanza de ser vistos antes de que fuera demasiado tarde.

La lluvia refrescante selló el viaje. Les ensució la ropa y se les coló hasta lo más profundo; pero en su rostro seguía la sonrisa de haber cumplido con el reto de recorrer 160 kilómetros en 4 días. De haber conocido seres angelicales que sin ningún interés les brindaron la mano, ya sea para darles un consejo, ponerlos en la dirección correcta o alimentar sus cuerpos.

Así concluyó el puente de las fiestas patrias. Felices de ser mexicanos y de descubrir sus secretos abordo de sus bicicletas.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Fiestas Patrias Día 3

Antes de emprender la aventura, el par de tlahuicas pensó en los posibles retos o imprevistos que podrían llegar enfrentar: llantas ponchadas, fallas mecánicas, (gomitar no estaba contemplado) mosquitos y por último, la oscuridad.

Así que se armaron de luces intermitentes para la parte de atrás y otras para el manubrio y casco (una alumbra el camino la otra, hacia donde uno posa la vista).

Por suerte, los implementos no haban sido necesarios hasta ahora que Das Kompater y Zottacko salieron de madrugada hacia la terminal de autobuses.

Como fantasmas en una población aún durmiente, el par de ciclistas rodaron en una mañana fresca, tropical y al mismo tiempo cálida.

En la estación de autobuses, otro de los entes angelicales que acompañaron al par de aventureros: una joven estudiante anónima, proveniente del DF con el mismo espíritu que el par de tlahuicas abordó el primer camión que encontró en la gran ciudad.

Sin boleto de vuelta ni dinero para el mismo se encontraba en Catemaco desde las 5 AM en espera de amanecer.

Para nuestro par de amigos fue como ver su alma en un espejo: soñadora, aventurera, valemadrista. Y como al alma misma que llega a la edad adulta, Das Kompater le dio un mapa de la ciudad: "pa' que no se pierda".

Ya en el camión, el trayecto madrugador fue interesante, lleno de paisajes hermosos que los turistas desperdiciaron en autorretratos. Sin embargo, la ventanilla fue en un momento, como las escenas de algunas películas de bajo presupuesto pero alto valor artístico onda: Everithing its illuminated (sin el rollo balcánico).

En Alvarado, observaron las postales que los obligarán a regresar y al hacer una escala en la ciudad, un desconocido alto, mal encarado y de bigote ralo les dio el mejor de los buenos días: el desayuno.

Volovanes (guayaba jamón y queso)

Para los no iniciados, los volovanes son una especie de empanadas, similares a los pastes hidalguenses, con la diferencia de que la masa es más gruesa, digamos que menos refinada, pero en los de dulce, una pequeña capa de azúcar quemada le da un toque extraordinario.

Solo faltó en champurrado, atole o café lechero para completar el cuadro. Pero según dijeron, el " desayuno", propiamente dicho, prometía para "La Parroquia".

Al llegar el puerto, los 3 volovanes que cada quien comió, ya eran cosa del pasado. Y tras preguntar por algunas direcciones, se dirigieron al malecón.

El nublado amanecer le recordó a Das Kompater las páginas de "Dama de noche", una novela situada en el Puerto de Veracruz, llena de melancolía, lluvias ligeras y bebidas embriagantes.

La primera escala fue para contemplar. Su majestuosidad, su belleza e inmensidad llenaron de alegría el corazón de Das Kompater.

A lo largo del boulevard costero, los ciclistas pasaron alegres entre turistas y locales disfrutando de la vista y los accidentes del suelo para "jugar" un poco, sobre las ruedas.

A los pocos kilómetros, ya se encontraban en el muelle de las estatuas, donde los lugareños, armados de simples tablitas y anzuelos se encontraban pescando.

La siguiente escala obligada debía ser "El Café de la Parroquia", de donde Zottacko tenía gratos recuerdos y Das Kompater, tremenda ilusión.

Tras deliberar sobre cuál de las dos sucursales es más ortodoxa, se apearon dispuestos a encontrar una cara sonriente que les indicara dónde sentarse. Sin embargo, nadie, absolutamente nadie lo hizo.

De inmediato, Das Kompater sacó conclusiones y pensó que se debía al atuendo de su amigo, que iba disfrazado de ciclista. Él, en cambio, sin los guantes y casco pasaba como un turista extravagante, nada más...

Armado con su verbo reporteril y la sonrisa más auténtica que supo imitar, se dirigió a un mesero y en son de broma preguntó a quién debía sobornar para obtener una mesa, al tiempo que buscaba una desocupada.

Con la peor sonrisa fingida, y la mirada de "No me quites el tiempo" el mesero se alejó.

El segundo sujeto tuvo la cortesía de ignorar a Das Kompater y de hacerle el favor de informarle que las mesas se asignan bajo la lógica del apañe.

Con la ilusión hecha pedazos y el coraje entripado junto al hambre, Das Kompater profetizó: "¡Váyanse a la mierda!" y le dijo al buen Zottacko: "Si quieres regresar, lo hacemos, pero me revienta que traten así a la gente". Y así, dieron por concluido el suceso.

El hambre es cabrona, pero el orgullo de Das Kompater lo es aún más... así que cambiaron "La Parroquia" por el hotel, si es que daban con él.

Los aventureros tenía reservada una habitación en el Hostal de Cortés y aunque contaban con la dirección, les faltaba un mapa pa' ubicarse, así que recorrieron 3 veces el malecón, casi de punta a punta. Hasta que finalmente encontraron un lugar que por ser tan grande, descartaron varias veces.

Una vez instalados, decidieron buscar algo de comer y posteriormente, acudir al famoso acuario de Veracruz.

El acuario, está ubicado dentro de una plaza comercial, así que encontrar algo de comer parecía fácil... y lo fue.

El menú fue:

-Caldo de camarón (medio litro de agua pintada con sabor marisco con 3 ó 4 trozos de verduras, según la suerte).
-Mojarra frita (decente) para Das Kompater.
-Mojarra al Chilpotle para Zottacko (la misma que para Das Kompater 20 mins después + salsa chilpotle).

Das Kompater, molesto y frustrado por tan graves fiascos culinarios, perdió el tiempo viendo revistas para bajar la muina, en tanto, Zottacko engullía su pescado de agua dulce.

Al poco rato, hicieron fila entrar al acuario y en unos minutos: ya estaban bajo el agua.

El acuario, aunque en remodelación, es un espectáculo hermosísimo. No importa si vaya de trabajo o por placer, no debe uno faltar.

Al salir, la siguiente parada fue el Fuerte de San Juan de Ulúa. Para llegar ahí, según nos dijeron, es posible acercarse en "ferry" barco o lancha, pero por ser lunes, estaba cerrado y por ende, el transporte también. Aún así, para Das Kompater y Zottacko, no fue problema, ya que abordo de sus bicicletas pudieron llegar.

Para quien vaya en auto, o en bicicleta, se debe rodear el recinto fiscal, que dicho sea de paso: ES ENORME. Pero ofrece un panorama "poco turístico" y más real de la ciudad.

Al llegar, los militares (hay un puesto de la marina ahí) se les quedaron viendo al par de entes extraños.

Con la interrogante en el rostro y la mano en el fusil, les dieron el paso, todavía con desconfianza. -Cualquiera dudaría de ese par, máxime porque Das Kompater iba con el torso desnudo (será de verdad o es un fantasma)-

Detrás de las rejas, o más bien delante, los turistas observaron la magnificencia del lugar, con las nubes acercándose como manto del atardecer.

De regreso, Zottacko demostró que ir y venir en bicicleta, todos los días de su cubil al trabajo, al fin rendía frutos. Pues aunque Das Kompater no se rezagó, tuvo que sacar a relucir el colmillo, dejando que Zottacko corte el aire (que en la costa es mucho) sin esforzarse demasiado.

De vuelta a la ciudad, revelaron su espíritu de turistas japoneses y sacaron fotos de cuantas cosas les llamó la atención.

Tras el agotador paseo, un urgente y merecido baño. Pero, para no decir que llevaron de paseo sus respectivos trajes de baño, decidieron darse un chapuzón en la alberca del hotel.

Para no hacer evidente la mugre y sudor que dejaban sobre la superficie, optaron por sumergirse con clavados tipo bomba y al menos hacer olitas.

La técnica funcionó, pues en lugar de dejar una nata polvo... quedó, lo que en química sería una "solución coloidal".

Ahí permanecieron hasta que el frío se les notó en el pecho y los dedos se les hicieron "pasitas". Tras lo cual, tomaron un baño en la regadera (por separado claro está).

Ya sin las costras de mugre y listos para dar "El Grito de Independencia" se dirigieron a la plaza central, donde entre veracruzanos y turistas clamarían a viva voz: "Viva México".

Para evitarse problemas de estacionamiento, los aventureros dejaron sus bicicletas en el hotel y se encaminaron a la plaza a pie.

Mejor decisión no pudieron haber tomado, pues justo estaba Das Kompater despotricando por su frustrada experiencia culinaria cuando de pronto...

A la mitad de una calle oscura en un barrio viejo, de lo que fuera en Veracruz de antaño, los aventureros tuvieron una revelación casi divina: una tortería.


Se trataba de una tortería, pero no de cualquiera, sino de las famosas: "Tortas Roque". Ubicadas en la calle "1 Mayo".

El lugar es fácilmente distinguible por ser el único sitio repleto de comensales y otros tantos que hacen fila en los "pedidos para llevar".

Las manos expertas de Arturo preparan, como lo ha hecho por más de 20 años.

Los ingredientes son:
Pechuga de Pavo
Pierna de Pavo (y otras partes más "morenas")
Jamón
Frijoles (para la base)
Chorizo (en rodajas y algo seco, casi como salami)
Queso manchego
Aceite de oliva (Prueba irrefutable de ser apto y recomendables para la gente saludable, eso incluye al Yoga teacher)
Salsa "receta secreta" (no podía faltar el toque de misterio)
Pan "media noche" (pan de agua blanco de costra suave y sabor dulce)

Pan micha (opcional en lugar de la "media noche" pero es de mayor tamaño, de aspecto más seco y costra un poco más dura).

Para acompañar... una botanita:
Hígados, corazones cocidos de pollo con cebollas cocidas, chilpotle y la famosa salsa de la "receta secreta".

La mejor manera de echarse la botana a la boca es con una hogaza de pan "micha".

Para bajarse el manjar, la "Zaraza" es la opción. (Soda sabor a naranja y grosella).


Tras haber cumplido las expectativas culinarias de la noche, continuaron su camino hacia el centro de la ciudad.

Unas cuantas cuadras antes de llegar observaron otra expresión artística anónima que bien vale la pena mostrar.

Ya sobre el primer cuadro de la ciudad la aglomeración de gente les indicó la dirección de la reunión. Sin embargo, antes de siquiera poder ver dónde era la plaza central, la masa de gente les impidió el paso.

La sensación de humedad en la piel y la cercanía con el pueblo "jarocho" fue la constante en su lento caminar. Hasta que, sin preámbulo, comenzaron los fuegos artificiales.

Los gritos de alegría, los ojos infantiles maravillados de adultos y niños. La sensación de ser mexicano pese a las diferencias políticas, ocupaciones y estratos sociales.

Pese a la dicha y verbena popular, mientras eso sucedía, a miles de kilómetros de ahí, los gritos de alegría eran gritos de dolor y como hace casi dos siglos, inocentes murieron por culpa de unos cuantos que quieren imponer su ley.

Sin embargo, Zottacko y Das Kompater, ajenos a la situación. Volvieron a pie hacia el hotel.

En el camino, además de borrachines de banqueta, mu-chachas cuya belleza Das Kompater admiró y mu-chachas de las cuales Das Kompater... dudó si eran chachas o chachos. Cabe señalar que el mito de que en jarochilandia abundan... es verdad... que pese a ser un pelafustán de pacotilla, Das Kompater respeta y no discrimina.

Lo único malo es que ahora los hacen tan finos que le puede a uno salir Gavilán y no Paloma.

Para no meterse en problemas, prefirió la seguridad de sorpresas más agradables y al ver un puesto de "raspados" se detuvieron.

Das Kompater iba con la intención de uno "tradicional", por no decir conservador, pero el antojo fue mucho y la curiosidad más.

Zottacko tomó un raspado (hielo hecho frappé) con esencia de Guanábana y leche condensada (para los mexicanos: "La lechera". La combinación es digna de provocar una descompensación de azúcar hasta en un elefante.

Sin embargo, no se compara a la "Gloria" cuyo nombre quizás se refiera al sitio donde uno termina luego de morir por tanto dulce.

La "Gloria" contiene:
Plátano machacado al instante
Esencia de Vainilla
Canela
Lechera
Leche clavel
Grosella

Todo eso en un raspado y todo eso, fue a parar al estómago de Das Kompater que tras engullir tales alimentos, se dirigió a "la camita para hacer mantequita".

¿Qué más podrían hacer? Después de todo, se lo tenía merecido...

martes, 4 de noviembre de 2008