miércoles, 5 de noviembre de 2008

Fiestas Patrias Día 3

Antes de emprender la aventura, el par de tlahuicas pensó en los posibles retos o imprevistos que podrían llegar enfrentar: llantas ponchadas, fallas mecánicas, (gomitar no estaba contemplado) mosquitos y por último, la oscuridad.

Así que se armaron de luces intermitentes para la parte de atrás y otras para el manubrio y casco (una alumbra el camino la otra, hacia donde uno posa la vista).

Por suerte, los implementos no haban sido necesarios hasta ahora que Das Kompater y Zottacko salieron de madrugada hacia la terminal de autobuses.

Como fantasmas en una población aún durmiente, el par de ciclistas rodaron en una mañana fresca, tropical y al mismo tiempo cálida.

En la estación de autobuses, otro de los entes angelicales que acompañaron al par de aventureros: una joven estudiante anónima, proveniente del DF con el mismo espíritu que el par de tlahuicas abordó el primer camión que encontró en la gran ciudad.

Sin boleto de vuelta ni dinero para el mismo se encontraba en Catemaco desde las 5 AM en espera de amanecer.

Para nuestro par de amigos fue como ver su alma en un espejo: soñadora, aventurera, valemadrista. Y como al alma misma que llega a la edad adulta, Das Kompater le dio un mapa de la ciudad: "pa' que no se pierda".

Ya en el camión, el trayecto madrugador fue interesante, lleno de paisajes hermosos que los turistas desperdiciaron en autorretratos. Sin embargo, la ventanilla fue en un momento, como las escenas de algunas películas de bajo presupuesto pero alto valor artístico onda: Everithing its illuminated (sin el rollo balcánico).

En Alvarado, observaron las postales que los obligarán a regresar y al hacer una escala en la ciudad, un desconocido alto, mal encarado y de bigote ralo les dio el mejor de los buenos días: el desayuno.

Volovanes (guayaba jamón y queso)

Para los no iniciados, los volovanes son una especie de empanadas, similares a los pastes hidalguenses, con la diferencia de que la masa es más gruesa, digamos que menos refinada, pero en los de dulce, una pequeña capa de azúcar quemada le da un toque extraordinario.

Solo faltó en champurrado, atole o café lechero para completar el cuadro. Pero según dijeron, el " desayuno", propiamente dicho, prometía para "La Parroquia".

Al llegar el puerto, los 3 volovanes que cada quien comió, ya eran cosa del pasado. Y tras preguntar por algunas direcciones, se dirigieron al malecón.

El nublado amanecer le recordó a Das Kompater las páginas de "Dama de noche", una novela situada en el Puerto de Veracruz, llena de melancolía, lluvias ligeras y bebidas embriagantes.

La primera escala fue para contemplar. Su majestuosidad, su belleza e inmensidad llenaron de alegría el corazón de Das Kompater.

A lo largo del boulevard costero, los ciclistas pasaron alegres entre turistas y locales disfrutando de la vista y los accidentes del suelo para "jugar" un poco, sobre las ruedas.

A los pocos kilómetros, ya se encontraban en el muelle de las estatuas, donde los lugareños, armados de simples tablitas y anzuelos se encontraban pescando.

La siguiente escala obligada debía ser "El Café de la Parroquia", de donde Zottacko tenía gratos recuerdos y Das Kompater, tremenda ilusión.

Tras deliberar sobre cuál de las dos sucursales es más ortodoxa, se apearon dispuestos a encontrar una cara sonriente que les indicara dónde sentarse. Sin embargo, nadie, absolutamente nadie lo hizo.

De inmediato, Das Kompater sacó conclusiones y pensó que se debía al atuendo de su amigo, que iba disfrazado de ciclista. Él, en cambio, sin los guantes y casco pasaba como un turista extravagante, nada más...

Armado con su verbo reporteril y la sonrisa más auténtica que supo imitar, se dirigió a un mesero y en son de broma preguntó a quién debía sobornar para obtener una mesa, al tiempo que buscaba una desocupada.

Con la peor sonrisa fingida, y la mirada de "No me quites el tiempo" el mesero se alejó.

El segundo sujeto tuvo la cortesía de ignorar a Das Kompater y de hacerle el favor de informarle que las mesas se asignan bajo la lógica del apañe.

Con la ilusión hecha pedazos y el coraje entripado junto al hambre, Das Kompater profetizó: "¡Váyanse a la mierda!" y le dijo al buen Zottacko: "Si quieres regresar, lo hacemos, pero me revienta que traten así a la gente". Y así, dieron por concluido el suceso.

El hambre es cabrona, pero el orgullo de Das Kompater lo es aún más... así que cambiaron "La Parroquia" por el hotel, si es que daban con él.

Los aventureros tenía reservada una habitación en el Hostal de Cortés y aunque contaban con la dirección, les faltaba un mapa pa' ubicarse, así que recorrieron 3 veces el malecón, casi de punta a punta. Hasta que finalmente encontraron un lugar que por ser tan grande, descartaron varias veces.

Una vez instalados, decidieron buscar algo de comer y posteriormente, acudir al famoso acuario de Veracruz.

El acuario, está ubicado dentro de una plaza comercial, así que encontrar algo de comer parecía fácil... y lo fue.

El menú fue:

-Caldo de camarón (medio litro de agua pintada con sabor marisco con 3 ó 4 trozos de verduras, según la suerte).
-Mojarra frita (decente) para Das Kompater.
-Mojarra al Chilpotle para Zottacko (la misma que para Das Kompater 20 mins después + salsa chilpotle).

Das Kompater, molesto y frustrado por tan graves fiascos culinarios, perdió el tiempo viendo revistas para bajar la muina, en tanto, Zottacko engullía su pescado de agua dulce.

Al poco rato, hicieron fila entrar al acuario y en unos minutos: ya estaban bajo el agua.

El acuario, aunque en remodelación, es un espectáculo hermosísimo. No importa si vaya de trabajo o por placer, no debe uno faltar.

Al salir, la siguiente parada fue el Fuerte de San Juan de Ulúa. Para llegar ahí, según nos dijeron, es posible acercarse en "ferry" barco o lancha, pero por ser lunes, estaba cerrado y por ende, el transporte también. Aún así, para Das Kompater y Zottacko, no fue problema, ya que abordo de sus bicicletas pudieron llegar.

Para quien vaya en auto, o en bicicleta, se debe rodear el recinto fiscal, que dicho sea de paso: ES ENORME. Pero ofrece un panorama "poco turístico" y más real de la ciudad.

Al llegar, los militares (hay un puesto de la marina ahí) se les quedaron viendo al par de entes extraños.

Con la interrogante en el rostro y la mano en el fusil, les dieron el paso, todavía con desconfianza. -Cualquiera dudaría de ese par, máxime porque Das Kompater iba con el torso desnudo (será de verdad o es un fantasma)-

Detrás de las rejas, o más bien delante, los turistas observaron la magnificencia del lugar, con las nubes acercándose como manto del atardecer.

De regreso, Zottacko demostró que ir y venir en bicicleta, todos los días de su cubil al trabajo, al fin rendía frutos. Pues aunque Das Kompater no se rezagó, tuvo que sacar a relucir el colmillo, dejando que Zottacko corte el aire (que en la costa es mucho) sin esforzarse demasiado.

De vuelta a la ciudad, revelaron su espíritu de turistas japoneses y sacaron fotos de cuantas cosas les llamó la atención.

Tras el agotador paseo, un urgente y merecido baño. Pero, para no decir que llevaron de paseo sus respectivos trajes de baño, decidieron darse un chapuzón en la alberca del hotel.

Para no hacer evidente la mugre y sudor que dejaban sobre la superficie, optaron por sumergirse con clavados tipo bomba y al menos hacer olitas.

La técnica funcionó, pues en lugar de dejar una nata polvo... quedó, lo que en química sería una "solución coloidal".

Ahí permanecieron hasta que el frío se les notó en el pecho y los dedos se les hicieron "pasitas". Tras lo cual, tomaron un baño en la regadera (por separado claro está).

Ya sin las costras de mugre y listos para dar "El Grito de Independencia" se dirigieron a la plaza central, donde entre veracruzanos y turistas clamarían a viva voz: "Viva México".

Para evitarse problemas de estacionamiento, los aventureros dejaron sus bicicletas en el hotel y se encaminaron a la plaza a pie.

Mejor decisión no pudieron haber tomado, pues justo estaba Das Kompater despotricando por su frustrada experiencia culinaria cuando de pronto...

A la mitad de una calle oscura en un barrio viejo, de lo que fuera en Veracruz de antaño, los aventureros tuvieron una revelación casi divina: una tortería.


Se trataba de una tortería, pero no de cualquiera, sino de las famosas: "Tortas Roque". Ubicadas en la calle "1 Mayo".

El lugar es fácilmente distinguible por ser el único sitio repleto de comensales y otros tantos que hacen fila en los "pedidos para llevar".

Las manos expertas de Arturo preparan, como lo ha hecho por más de 20 años.

Los ingredientes son:
Pechuga de Pavo
Pierna de Pavo (y otras partes más "morenas")
Jamón
Frijoles (para la base)
Chorizo (en rodajas y algo seco, casi como salami)
Queso manchego
Aceite de oliva (Prueba irrefutable de ser apto y recomendables para la gente saludable, eso incluye al Yoga teacher)
Salsa "receta secreta" (no podía faltar el toque de misterio)
Pan "media noche" (pan de agua blanco de costra suave y sabor dulce)

Pan micha (opcional en lugar de la "media noche" pero es de mayor tamaño, de aspecto más seco y costra un poco más dura).

Para acompañar... una botanita:
Hígados, corazones cocidos de pollo con cebollas cocidas, chilpotle y la famosa salsa de la "receta secreta".

La mejor manera de echarse la botana a la boca es con una hogaza de pan "micha".

Para bajarse el manjar, la "Zaraza" es la opción. (Soda sabor a naranja y grosella).


Tras haber cumplido las expectativas culinarias de la noche, continuaron su camino hacia el centro de la ciudad.

Unas cuantas cuadras antes de llegar observaron otra expresión artística anónima que bien vale la pena mostrar.

Ya sobre el primer cuadro de la ciudad la aglomeración de gente les indicó la dirección de la reunión. Sin embargo, antes de siquiera poder ver dónde era la plaza central, la masa de gente les impidió el paso.

La sensación de humedad en la piel y la cercanía con el pueblo "jarocho" fue la constante en su lento caminar. Hasta que, sin preámbulo, comenzaron los fuegos artificiales.

Los gritos de alegría, los ojos infantiles maravillados de adultos y niños. La sensación de ser mexicano pese a las diferencias políticas, ocupaciones y estratos sociales.

Pese a la dicha y verbena popular, mientras eso sucedía, a miles de kilómetros de ahí, los gritos de alegría eran gritos de dolor y como hace casi dos siglos, inocentes murieron por culpa de unos cuantos que quieren imponer su ley.

Sin embargo, Zottacko y Das Kompater, ajenos a la situación. Volvieron a pie hacia el hotel.

En el camino, además de borrachines de banqueta, mu-chachas cuya belleza Das Kompater admiró y mu-chachas de las cuales Das Kompater... dudó si eran chachas o chachos. Cabe señalar que el mito de que en jarochilandia abundan... es verdad... que pese a ser un pelafustán de pacotilla, Das Kompater respeta y no discrimina.

Lo único malo es que ahora los hacen tan finos que le puede a uno salir Gavilán y no Paloma.

Para no meterse en problemas, prefirió la seguridad de sorpresas más agradables y al ver un puesto de "raspados" se detuvieron.

Das Kompater iba con la intención de uno "tradicional", por no decir conservador, pero el antojo fue mucho y la curiosidad más.

Zottacko tomó un raspado (hielo hecho frappé) con esencia de Guanábana y leche condensada (para los mexicanos: "La lechera". La combinación es digna de provocar una descompensación de azúcar hasta en un elefante.

Sin embargo, no se compara a la "Gloria" cuyo nombre quizás se refiera al sitio donde uno termina luego de morir por tanto dulce.

La "Gloria" contiene:
Plátano machacado al instante
Esencia de Vainilla
Canela
Lechera
Leche clavel
Grosella

Todo eso en un raspado y todo eso, fue a parar al estómago de Das Kompater que tras engullir tales alimentos, se dirigió a "la camita para hacer mantequita".

¿Qué más podrían hacer? Después de todo, se lo tenía merecido...

1 comentario:

Olga Cuellar dijo...

Se le perdonan los dos meses de tardanza únicamente porque es una muy buena cronología :P