", no podría aplicarse mejor para Das Kompater (aunque no sea hombre sino gañán).
El miércoles previo a la Semana Santa, Das Kompater fue invadido por las extrañas fuerzas del hartazgo laboral, la soledad y la sed de aventura. Sin planes preestablecidos y ante una trivial pregunta de "¿qué hay de bueno en Oaxaca?" Das Kompater inició una Odisea Gastronómica, llena de contrastes, misticismo y reflexiones.
La jornada comenzó con un trayecto de apenas 2 horas a
Cuernavaca, al parecer el destino de su trasero fue ser borrado entre tanto autobús.
En la madrugada del jueves Das Kompater y Sagia Jarquim, partieron hacia la ciudad de
Iguala, donde un sabroso pozole blanco, unas ricas tostadas de pollo, un par de Yolis y la receta para los
huauzontles en caldillo les esperaban.
Ya con la panza llena y apenas 2 horas de sueño producto de una pequeña reunión con Der Kompater Ponko y Zottacko, el poblado de
Taxco fue su destino.
El trayecto entre Taxco e Iguala es mareador, no apto para estómagos débiles ni narices delicadas. Las curvas de la carretera y el humor de los 6 ocupantes del taxi colectivo justifica los 16 pesitos que cuesta la paseada.
Al llegar la postal del pintoresco pueblito minero dio paso al tumulto, mezcla de rubios extranjeros armados de cámaras profesionales y botellitas de agua embotellada (el pleonasmo está planeado aquí); feligreses con camisas inmaculadas cuya simetría confluye en cruces de plata o se rompe por alguna leyenda de índole religiosa; los vendedores de curiosidades y suovenir completan el cuadro de aquella romería en torno a la iglesia de Santa Prisca.
La naturaleza antisocial y la roña que les produce el exceso de gente los obligó a refugiarse en un par de museos, donde pudieron apenas enterarse de lo que les esperaba ese día.
México es un país único. Sus tradiciones su pasado y su idiosincracia hace que todo acontecimiento esté lleno de misticismo, sabor y colorido. La celebración de Semana Santa no se queda atrás. Las representaciones del
Via crucis en Iztapalapa es
referencia mundial, así como la
marcha de silencio en San Luís Potosí y las flagelaciones en Taxco.
Sin embargo, las imágenes que pudieran parecer actos de barbarie o castigos propios de la inquisición son en realidad, para todo aquél que lo vea, ofrendas conmovedoras, le calan hondo como los filos de la cruz, como las púas de los flagelos y las espinas de las zarzas.
El espíritu religioso sigue vigente a pesar de su explotación turística. Los pobladores están dispuestos a dejar el discurso repetido cientos de veces para el turista, con todo aquél que demuestre un interés genuino y empatía con sus tradiciones.
Si de verdad quiere saborear a Taxco lo mejor es dejar el recorrido preestablecido, caminar las calles secundarias, preguntar por las fondas de comida casera como "Sol y Luna" que se encuentra casi frente a la Casa-Museo Humbolt. Ahí puede almorzar unas deliciosas enchiladas de pollo, bañadas en salsa verde con queso Oaxaca gratinado.
La ubicación de "Sol y Luna" es de suma importancia el jueves santo, pues si se gana la confianza de sus dueños quizás le inviten a la terraza, desde donde puede ver la procesión de los Cristos y del Señor de Xochula, cuando cada barrio lleva a la iglesia de Veracruz al Cristo de su parroquia, cada uno tiene lo suyo, pero el Señor de Xochula es de los más esperados. Desde hace más de 50 años los camioneros y sus familias lo llevan, siempre al ritmo de las chirimías.
Para Das Kompater y Sagia Jarquim lo más llamativo fue el cariño, respeto y fe con la que cada barrio trata a su Cristo.
Por la tarde, mientras se realizaba el lavatorio de pies en las iglesias y parroquias Sagia y Das Kompater trataron de recuperar el sueño perdido y cargar bien las energías para poder aguantar la procesión de los Cristos que comienza a las 11 de la noche y concluye ya cuando el cielo clarea.
Como desfile de gobernadores, los Cristos van acompañados por un séquito bien organizado. Para abrir paso van los ángeles y querubines en forma de niños. Después los fornidos varones llevan en hombros las imágenes ya adornadas con arreglos florales y otros menesteres que los embellezcan aún más; posteriormente, los encapuchados. Sea uno creyente, o no, como Das Kompater, la vibra se siente al ver estos personajes.
En primer lugar están las ánimas (pueden ser mujeres o varones).
Sus cabezas están cubiertas por sofocantes capuchas negras que limitan la vista, el oído y apenas permiten la respiración. Su postura es encorvada durante la marcha y en las pausas de rodillas. Sus ropajes negros van ceñidos con la "disciplina" (cuerda áspera que rodea y aprieta la cintura). Sus brazos cargan imágenes de cristo no mayores a 1 metro de longitud, por si esto fuera poco suplicio, los pies desnudos llevan amarrados pesadas cadenas que arrastran por las empedradas calles de Taxco.
A su paso, los "flagelantes", provocaron en Das Kompater sentimientos encontrados ya que definitivamente no es ningún santo, pero expiar sus pecados flagelándose el torso desnudo sería una exageración. De ahí que se pregunte ¿Qué pudo haber hecho un hombre para merecer eso en el siglo XXI? Más aún ¿qué hizo para merecer el desprecio de los latigazos infligidos por su propia mano? Por otro lado un sentimiento de compasión y dolor también invadieron el pecho de Das Kompater. Además comprendió que no se trata de sufrir los azotes cada que se quiera; sino que implica un sistema, cierto número de azotes según los misterios del Rosario.
Después van los "encruzados" que al igual que sus predecesores, portan la capucha negra, la disciplina y los pies desnudos. Sin embargo, un pesado rollo de zarzas espinosas es amarrado a su espalda y brazos lo que al permanecer de pie forma la figura de una cruz penitente. Para Das Kompater fue una sorpresa descubrir que aquellos que deciden este tormento lo hacen por penitencia, pero también por "manda" ofreciendo su dolor como un suplicante llamado para que Dios interceda por ellos. De tal modo que sea cual sea el motivo para merecer tal martirio debe ser sin duda importante.
Tales imágenes, la larga caminata y la gula convencieron a Das Kompater y Sagia a tomarse en respiro y... ¿por qué no? empujarse unas pechugas empanizadas a la cordon blue, servidas junto a una rica ensalada de guarnición que por sus ingredientes no tiene chiste, pero el sazón es característico de quien le pone amor a la comida.
El cuadro no podía ser mejor, luna llena, Taxco completamente iluminado y la cena en la terraza de "Sol y Luna". Para aguantar la noche un café de olla... preparado especialmente para los remilgos de Das Kompater... que no le gusta la canela.
La noche de ese jueves santo estuvo lleno de contrastes, de sentimientos y sensaciones. Ninguna nota o crónica periodística, sea televisada, narrada o acompañada con fotografías es capaz de captar el sentimiento, la "vibra" y el misticismo que los habitantes de Taxco llevan en sus ojos en los días de semana santa.
Al día siguiente, la panza hizo caso omiso del ayuno y recogimiento. Apenas se enjuagaron las lagañas Das Kompater y Sagia comenzaron el festín que incluyó los famosos huauzontles capeados rellenos de queso de cincho en caldillo de tomate, un par de "gorditas" de chales (el aciento y gordito del chicharrón) no apta para débiles de corazón o con problemas de colesterol, al grado que de aquel platillo lo menos grasoso fue la crema y queso que aderezaron las gorditas que juntas sumaban facilmente más de medio kilo de masa, chales, crema, queso, salsa y un toque de manteca.
Por 20 varitos consiguieron apenas 2 litros de agua fresca, uno de melón dulce y otro de limón con chía.
Con la panza a medio tanque comenzaron la travesía a Oaxaca, con una escala en el DF para empacarse un par de "Pastes" hidalguenses (cada quien) en la terminal de Taxqueña.
Seis horas y media después, la ciudad de Oaxaca les recibió con sus fonditas abiertas.
La primera escala la realizaron en la esquina de Libres e Independencia, ahí, como si no hubieran comido nada se echaron sendas "empanadas de amarillo". El delicioso platillo es preparado con una "blandita" (para los no iniciados como Das Kompater, la blandita es como una "tlayuda" o tortilla de maíz con diámetro de al menos 20 centímetros, pero se diferencia de las tlayudas por su suavidad, pues mientras la tlayuda es rígida como una tostada, la blandita es por obvias razones "blandita"). Para darle cuerpo al platillo unos trozos de pollo desmenuzado, una rama de cilantro y una salsa de "amarillo" cuyos ingredientes escaparon de la memoria de Das Kompater pero el sabor y textura algo espesa aún le hacen salivar cada vez que la recuerda.
Pa bajarse el manjar, los brincos son los menos adecuados, en cambio puede uno degustar el famoso chocolate-atole. Exquisita combinación de chocolate en agua y atole endulzado con piloncillo y canela. El toque distintivo de este brebaje es la abundante espuma de chocolate, que por estar hecho a base de agua requiere de un mayor esfuerzo pa que levante.
Por si fuera poco, la bebida lo mismo se lleva con sabores dulces que salados, así que al terminarse la empanada, no se hizo esperar en pan dulce y el tradicional "sopeo".
Para bajar la panza, el recorrido a pie por el centro de la ciudad es indispensable. Aquí y allá, algunas paredes con pintas recientes de la APPO, sin embargo, la ciudad es tranquila aunque sean las 3 de la mañana.
Cuando la compañía, la plática y el lugar valen la pena un sacrificio, Das Kompater se desvive con tal de disfrutarlo al máximo. Con pocas horas de sueño y algunos metros caminados, Sagia y nuestro pelafustán de siempre, se levantaron temprano y cada uno se aseó lo mejor que pudo o el cansancio le dejó.
La frescura de la mañana, el rocío todavía en las hojas, flores y ventanas y la neblina fresca contrastaron con un leve bochorno de las 6 am.
La primera escala del día fue en junto al árbol del Tule, sus años, sus formas, su historia es como si el pueblo oaxaqueño se sintetizara en un solo ser viviente. Das Kompater imaginó Oaxaca así, como ese árbol, mágico, a veces festivo y sin embargo, melancólico, simple, lleno de vida e historias milenarias. Su esencia ha estado ahí por siglos y su legado seguirá por otros tantos.
El siguiente destino no necesitó presentaciones, su paisaje aparece hasta en los billetes de 20 pesos y justo eso les costó el pasaje a Monte Albán, donde los árboles todavía florecen del blanco que le bautizó.
El recorrido de 3 horas ameritaba combustible de alto octanaje. Sólo un platillo matutino es capaz de cumplir tal labor: el tamal oaxaqueño; tan rico que no permite las sobras en el plato y tan abundante que fueron necesarios más de 20 bocados para engullir semejante delicia; de inmediato vino a la mente de Das Kompater el famoso Sacaguil potosino, que según cuentan, puede contener un cerdo entero.
El chocolate tampoco se hizo esperar y aunque se puede disfrutar solo, su sabor ameritó la compañía de un pancito dulce. Por no dejar... y el "sopeo"
Monte Albán, sus ruinas, el sol y sus historias ameritan otro relato. Das Kompater se limitó a pensar, con las limitaciones propias de tan inútil herramienta, que aquella desmañanada valió la pena.
Tanta historia, tanta cultura y pesada caminata revivió la fauna estomacal de Das Kompater, así que se dirigieron al mercado más cercano para saciar a las bestias que llevaban dentro.
Tras comprar las carnes y "blanditas" con los marchantes armaron tacos bien servidos con salsa, aguacate y la sal provino de sus manos. No les importó la higiene porque en cada bocado se dejó sentir el cariño de las manos amasando las tortillas de nixtamal, el sazón de quien aviva el carbón con el sudor de su frente; la cuota para ameritar un lugar sentado es un refresco.
Lo folclórico está en cada sitio donde reposan los ojos, a su paso la mirada encuentra lo mismo la chocolatería de la esquina, que la señora que vende chapulines empleando las latas de atún o sardinas, según la porción que le pidan. Los extranjeros no se dan abasto con sus cámaras digitales y sus memorias se saturan con la cotidianeidad de los lugareños. Sus sonrisas nutridas de maíz y cacao; la vitalidad del agua de chilacayota o el peculiar sabor del tejate con hielos.
Sin haber digerido ni el primer bocado del mercado, la pareja de amigos se dirigió a Mitla. El trayecto de 1 hora en el cálido taxi colectivo fue tiempo suficiente para hacer la tradicional siesta vespertina.
Das Kompater durmió tan a pierna suelta que ni sus ronquidos, ni el sofocante calor le despertaron. La carraspera y el refrescante sudor en el cuello fue el único recuerdo que le dejó tan relajante trayecto.
Al llegar la escala fue técnica esta vez, sin abundar en detalles escatológicos, diremos que Das kompater perdió algunos gramos de lastre.
Ya en la zona arqueológica el espectáculo fue sorprenderte. Sobre la colina se ven las cúpulas distintivas de una iglesia colonial, pero en la base, las grecas y formas de una pirámide prehispánica. Lo pagano en ese caso depende del lado que se mire...
Antes de volver a la ciudad se detuvieron ante las magníficas guayaberas de manta y lino que venden en "Williams" y tras un par de sonrisas coquetas, lograron un significativo descuento con la vendedora.
Con apenas 6 horas disponibles para conocer lo que se dejara de Oaxaca, encaminaron a Santo Domingo, donde las pupilas de Das Kompater quedaron maravilladas con la
arqauitectura, la armonía, simplicidad y elegancia de un recinto que lo invitan a imaginar tiempos lejanos. La colección de arte está lo mismo en los muros y sus techos que colgando de ellos.
Quizás existan las palabras exactas para describir el lugar, pero no las hay para describir la sensación de maravillarse con un lugar como este.
Aunque breves, las extremidades de Das Kompater resintieron lo que, cacofónicamente se define como: las inclemencias del clima. Lo asoleado y cansado no se quita con cervezas, pero ayuda y no se hicieron esperar las frías...
Ya más atemperado, se espantó el sueño con un "carajillo" o express con licor de anís, servido junto al postre de la casa, consistente en un flan napolitano con helado de vainilla bañado con licor de café.
El consumo calórico no es apto para quien sigue dietas rigurosas; más bien para quien no tiene llenadera y disfruta cada bocado.
'Ora si, con la panza a medio tanque continuó la caminata, hasta llegar la Escuela de Bellas Artes y a una placita que además de tener la tradicional iglesia en uno de sus costados, es el lugar idóneo para probar la famosas nieves... A pesar de su renombre, Das Kompater se abstuvo, no por estar lleno hacerles el feo, sino que la tripa ya rugía y pa' calmarla se sacrificó con una empanada de pollo con amarillo y...¿por qué no? Una memela de asiento. (Para los extranjeros la explicación es complicada… una memela es una empanada con harina de maíz, rellena de una especie de grasa de piel puerco). Para los nacionales, el asiento es como los chales.
Mientras Das Kompater observaba la elaboración de la dichosa memela, la desilusión le invadió al observar tan paupérrima porción de ingredientes (especialmente de asiento). Sin embargo, la sorpresa fue mayúscula al saborearla con su queso rallado encima. El aciento es aquello que se asienta el el cazo cuando se fríe la piel de cerdo y se vuelve chicharrón; al igual que los chales… pero su sabor es más concentrado… la mente de Das kompater inmediatamente se dirigió al libro de “El Perfume”; porque pareciera como si le hubiera extraído la esencia al chicharrón; hasta se imaginó esas botellitas de esencia que no deben faltar en las alacenas de cualquier repostero.
Ya con el tentempié en la panza se retiraron de la Plaza de la Soledad; no sin antes enterarse de que la hija de quien ahí atiende ya tiene novio. Aquello sería de lo más normal si no fuera porque los enamorados apenas rebasan el metro de estatura y recién ingresaron a la primaria. Aún así le narraron a Das kompater, con el orgullo propio de una madre, que el “pegue” de la niña es sorprendente, pero en la sonrisa dejó escapar lo que pareciera la complicidad del recuerdo de sus años mozos.
El resto del trip se resume así, el camión salió de Oaxaca a media noche, este relato comenzó a las 2am y para las 8 Das Kompater se encontraba en Cuernavaca desayunando… porque después de todo hace hambre en estos días de guardar.