Durango merece mucho más que este simple post... pero también es cierto que esa belleza merece un post solito.
Ojalá pronto veamos hermosuras como esa que aún sin cinturita llena mis ojos de alegría. Les presento: LA CARTA BLANCA "CAGUAMON"
jueves, 23 de octubre de 2008
miércoles, 22 de octubre de 2008
jueves, 16 de octubre de 2008
miércoles, 15 de octubre de 2008
Fiestas Patrias Día 2
...Apenas cobró conciencia, Das Kompater se sintió feliz por realizar tan anhelado sueño.
A las 6 AM sonó el despertador de Zottacko (primer intento). A las 6:30 sonó el otro despertador de Zottacko, (segundo intento). A las 6:45 sonó el estómago de Das Kompater (intento final) y ambos, tras una breve y pueril guerra de almohadas despertaron.
Debido a las características topográficas de la zona, es posible desayunar algo ligero como fruta y jugos (zumos) a muy bajo costo. Sin embargo, Das Kompater y Zottacko prefirieron algo menos... saludable:
Memela (Tortilla de maíz muy grande, una base de frijoles negros refritos, lechuga picada, queso rallado y pollo desmenuzado)
Una orden de 3 picaditas (tortillas de maíz con la orilla levantada, base de salsa roja -muy picosa- y queso)
2 jugo de naranja.
1 "chocomilk" (leche batida con chocolate en polvo. La penetración de la marca "Chocomilk" hizo que casi cualquier mexicano identifique la bebida con ese nombre).
Con apenas algo de alimento en sus estómagos, tomaron camino hacia el "Salto de Eyipantla".
Apenas eran las 8:30 AM y la humedad ya se sentía en el aire. El cielo apenas clareaba el alba y las aves comenzaron su perenne recorrido de sus moradas a las zonas de alimentación.
Das Kompater y Zottacko emprendieron el camino hacia el "Salto de Eyipantla". El camino no fue muy largo, el viento y la pendiente a su favor aligeró la marcha.
Casi a la mitad del camino entre Catemaco y San Andrés Tuxtla, encontraron la pequeña desviación hacia el "Salto de Eyipantla". Cabe mencionar que la salida es tan pequeña que Zottacko se habría seguido de largo si no hubiera visto a Das Kompater hacerle señas.
En adelante el camino hermoso, largos pastizales flanqueaban la carretera y las copas de los árboles, como enamorados separados por el camino, extienden sus brazos para se unirse y techar el cielo.
A las 9:30, los ciclistas ya se encontraban en el famoso paraje. Por desgracia la afluencia de turistas ya corrompió la infancia de varias criaturas. Que sin siquiera decir "hola" piden dinero.
No obstante, algunos otros están dispuestos a trabajar a cambio de 10 pesos. Tal fue el caso de Daniel, un niño de no más de 11 años que sin ofrecerse aceptó cuidar las bicicletas mientras el par de aventureros descendía los más de 400 escalones hasta el río.
La atracción de lugar obviamente es "el salto" que consiste en una cascada impresionante, por su altura y ubicación, enclavada en la densa vegetación.
Además, a unos metros de la base, es posible disfrutar de mojarras, cervezas y otras bebidas espirituosas.
Por la forma peculiar de viajar el par de intrépidos sólo pudo pedir sendos cocos y tras beber su agua comieron su pulpa.
En eso estaban, cuando de pronto, distinguieron una escuálida figura a la distancia. Se trataba del buen Daniel, quien abandonó su puesto de vigilancia para averiguar dónde se encontraban los dos extraños turistas.
Así pues, no hubo más remedio que invitarle a Daniel algo de coco bañado en limón y chile.
Quizás por la proeza de haber viajado en bicicleta hasta tan hermoso lugar, quizás por la ridiculez de su atuendo o el olor a sudor añejado, una hermosa joven, como en la antigua Grecia coronó las sienes de nuestros amigos con ramitas de albahaca (pal dolor de cabeza y ahuyentar las malas vibras).
De regreso, el camino fue hermoso, Das Kompater llevaba un ritmo tranquilo para no sufrir los problemas del día anterior. Sin embargo, la suerte estaba echada.
Zottacko pidió detenerse en una estación de Gasolina para vaciar el tanque de líquidos y mientras lo hacía las nauseas invadieron a Das Kompater.
En cada respiración, una oleada de mareo y malestar privaba a Das Kompater y así el acto reflejo fue inevitable y echó fuera lo que tan gustosamente se había echado dentro.
Apenas Das Kompater recobró la figura tomaron camino devuelta a Catemaco. Por desgracia al llegar al poblado y como quien pisa tierra santa, Das Kompater tambaleante dio unos pasos antes de hincarse y en plena calle repitió la dosis.
Una vez en el Hotel, se consiguió uno de los remedios de minero más socorridos y aunque ignoraba si funcionaba se auto-recetó una Coca-Cola tibia (no había fría) reposó la panza sintiéndose el hombre con los abdominales más sobresalientes tras haber recorrido cerca de 30 kms y haber vomitado 2 veces.
Si bien el agotamiento los dejó rendidos, el hambre pudo más. Así, se acicalaron tanto como les fue posible para degustar la especialidad de la región: "Tegogoles".
Muy cerca de la playa del brujo, Das Kompater y Zottacko entraron a uno de los restaurantes que les llamó la atención especialmente por no tener pregoneros ni plañideras deseosos de atraer clientes.
El sazón si bien merece ser reconocido, no se acerca a las expectativas que Das Kompater tenía de una zona tan mágica y exótica.
El menú para el par de hambreados fue:
Tegogoles al centro
Sopa de mariscos (aguada y con un picor de carraspera)
Mojarra Tachovi (Picante y sabrosa)
Por desgracia, las actividades físicas de los atletas les impidió ingerir bebidas alcohólicas, sin embargo, un antojo de "Toritos" se adentró en la mente de Das Kompater.
Y dado el poco espacio de tan pequeña mente, cualquier antojo ocupa el 100% de su mente.
Después de comer y reposar un rato la comía, Zottacko y Das Kompater deambularon por la ciudad tanto como se los permitió una lluvia ligera, de esas que dicen: moja-pendejos.
Mientras lo hacían, la idea del "Torito" creció y creció y creyó haber llegado a buen puerto, cuando, "una mexicana que chicharrones vendía..." les dijo donde podrían conseguir la bebida espirituosa.
En repetidas ocasiones el par de tlahuicas se encontraron con sitios donde vendía el concentrado por litro. Sin embargo, dado que viajaban con el equipaje en sus espaldas y las maletas eran pequeñas, comprar un litro solo sería útil si lo bebieran todo, pero de nuevo el riesgo de emborracharse, con la consecuente deshidratación, era un riesgo que no podían correr.
Así que, luego de buscar y buscar, encontraron un sitio donde vendía el "burel" individual con sabor a coco. Pero... ¡oh sorpresa! se trataba de un pésimo helado de coco artificial con "aguardiente" puesto en una copa.
Al parecer, Veracruz se negaba a descubrir sus manjares preciosos en las fauces de Das Kompater.
Desangelado, Das Kompater puso buena cara y junto a Zottacko volvieron al Hotel. Pues a las 6 AM, viajarían al Puerto de Veracruz.
El rayito de alegría fue una de esas imágenes del México surrealista: Una bicicleta alubike trapada en una pipa de agua... pero... ¿porqué no? ¡usando la defensa delantera como rack!
A las 6 AM sonó el despertador de Zottacko (primer intento). A las 6:30 sonó el otro despertador de Zottacko, (segundo intento). A las 6:45 sonó el estómago de Das Kompater (intento final) y ambos, tras una breve y pueril guerra de almohadas despertaron.
Debido a las características topográficas de la zona, es posible desayunar algo ligero como fruta y jugos (zumos) a muy bajo costo. Sin embargo, Das Kompater y Zottacko prefirieron algo menos... saludable:
Memela (Tortilla de maíz muy grande, una base de frijoles negros refritos, lechuga picada, queso rallado y pollo desmenuzado)
Una orden de 3 picaditas (tortillas de maíz con la orilla levantada, base de salsa roja -muy picosa- y queso)
2 jugo de naranja.
1 "chocomilk" (leche batida con chocolate en polvo. La penetración de la marca "Chocomilk" hizo que casi cualquier mexicano identifique la bebida con ese nombre).
Con apenas algo de alimento en sus estómagos, tomaron camino hacia el "Salto de Eyipantla".
Apenas eran las 8:30 AM y la humedad ya se sentía en el aire. El cielo apenas clareaba el alba y las aves comenzaron su perenne recorrido de sus moradas a las zonas de alimentación.
Das Kompater y Zottacko emprendieron el camino hacia el "Salto de Eyipantla". El camino no fue muy largo, el viento y la pendiente a su favor aligeró la marcha.
Casi a la mitad del camino entre Catemaco y San Andrés Tuxtla, encontraron la pequeña desviación hacia el "Salto de Eyipantla". Cabe mencionar que la salida es tan pequeña que Zottacko se habría seguido de largo si no hubiera visto a Das Kompater hacerle señas.
En adelante el camino hermoso, largos pastizales flanqueaban la carretera y las copas de los árboles, como enamorados separados por el camino, extienden sus brazos para se unirse y techar el cielo.
A las 9:30, los ciclistas ya se encontraban en el famoso paraje. Por desgracia la afluencia de turistas ya corrompió la infancia de varias criaturas. Que sin siquiera decir "hola" piden dinero.
No obstante, algunos otros están dispuestos a trabajar a cambio de 10 pesos. Tal fue el caso de Daniel, un niño de no más de 11 años que sin ofrecerse aceptó cuidar las bicicletas mientras el par de aventureros descendía los más de 400 escalones hasta el río.
La atracción de lugar obviamente es "el salto" que consiste en una cascada impresionante, por su altura y ubicación, enclavada en la densa vegetación.
Además, a unos metros de la base, es posible disfrutar de mojarras, cervezas y otras bebidas espirituosas.
Por la forma peculiar de viajar el par de intrépidos sólo pudo pedir sendos cocos y tras beber su agua comieron su pulpa.
En eso estaban, cuando de pronto, distinguieron una escuálida figura a la distancia. Se trataba del buen Daniel, quien abandonó su puesto de vigilancia para averiguar dónde se encontraban los dos extraños turistas.
Así pues, no hubo más remedio que invitarle a Daniel algo de coco bañado en limón y chile.
Quizás por la proeza de haber viajado en bicicleta hasta tan hermoso lugar, quizás por la ridiculez de su atuendo o el olor a sudor añejado, una hermosa joven, como en la antigua Grecia coronó las sienes de nuestros amigos con ramitas de albahaca (pal dolor de cabeza y ahuyentar las malas vibras).
De regreso, el camino fue hermoso, Das Kompater llevaba un ritmo tranquilo para no sufrir los problemas del día anterior. Sin embargo, la suerte estaba echada.
Zottacko pidió detenerse en una estación de Gasolina para vaciar el tanque de líquidos y mientras lo hacía las nauseas invadieron a Das Kompater.
En cada respiración, una oleada de mareo y malestar privaba a Das Kompater y así el acto reflejo fue inevitable y echó fuera lo que tan gustosamente se había echado dentro.
Apenas Das Kompater recobró la figura tomaron camino devuelta a Catemaco. Por desgracia al llegar al poblado y como quien pisa tierra santa, Das Kompater tambaleante dio unos pasos antes de hincarse y en plena calle repitió la dosis.
Una vez en el Hotel, se consiguió uno de los remedios de minero más socorridos y aunque ignoraba si funcionaba se auto-recetó una Coca-Cola tibia (no había fría) reposó la panza sintiéndose el hombre con los abdominales más sobresalientes tras haber recorrido cerca de 30 kms y haber vomitado 2 veces.
Si bien el agotamiento los dejó rendidos, el hambre pudo más. Así, se acicalaron tanto como les fue posible para degustar la especialidad de la región: "Tegogoles".
Muy cerca de la playa del brujo, Das Kompater y Zottacko entraron a uno de los restaurantes que les llamó la atención especialmente por no tener pregoneros ni plañideras deseosos de atraer clientes.
El sazón si bien merece ser reconocido, no se acerca a las expectativas que Das Kompater tenía de una zona tan mágica y exótica.
El menú para el par de hambreados fue:
Tegogoles al centro
Sopa de mariscos (aguada y con un picor de carraspera)
Mojarra Tachovi (Picante y sabrosa)
Por desgracia, las actividades físicas de los atletas les impidió ingerir bebidas alcohólicas, sin embargo, un antojo de "Toritos" se adentró en la mente de Das Kompater.
Y dado el poco espacio de tan pequeña mente, cualquier antojo ocupa el 100% de su mente.
Después de comer y reposar un rato la comía, Zottacko y Das Kompater deambularon por la ciudad tanto como se los permitió una lluvia ligera, de esas que dicen: moja-pendejos.
Mientras lo hacían, la idea del "Torito" creció y creció y creyó haber llegado a buen puerto, cuando, "una mexicana que chicharrones vendía..." les dijo donde podrían conseguir la bebida espirituosa.
En repetidas ocasiones el par de tlahuicas se encontraron con sitios donde vendía el concentrado por litro. Sin embargo, dado que viajaban con el equipaje en sus espaldas y las maletas eran pequeñas, comprar un litro solo sería útil si lo bebieran todo, pero de nuevo el riesgo de emborracharse, con la consecuente deshidratación, era un riesgo que no podían correr.
Así que, luego de buscar y buscar, encontraron un sitio donde vendía el "burel" individual con sabor a coco. Pero... ¡oh sorpresa! se trataba de un pésimo helado de coco artificial con "aguardiente" puesto en una copa.
Al parecer, Veracruz se negaba a descubrir sus manjares preciosos en las fauces de Das Kompater.
Desangelado, Das Kompater puso buena cara y junto a Zottacko volvieron al Hotel. Pues a las 6 AM, viajarían al Puerto de Veracruz.
El rayito de alegría fue una de esas imágenes del México surrealista: Una bicicleta alubike trapada en una pipa de agua... pero... ¿porqué no? ¡usando la defensa delantera como rack!
miércoles, 8 de octubre de 2008
jueves, 2 de octubre de 2008
Fiestas Patrias Día 1
Pareciera que ya es costumbre que Das Kompater tenga empleos en los que las vacaciones son meras ilusiones.
Desde que nuestro gañán de pacotilla ingresó a las filas corporativistas trasnacionales, Das Kompater casi no ha gozado de días de asueto. Así que ante cualquier oportunidad de olvidarse del trabajo, hace todo cuanto esté en sus manos para evadirse.
En esta ocasión vio la oportunidad de hacer un "puente" juntando un fin de semana con el famoso "Grito de independencia".
Como muchos chilangos, Das Kompater se dio a la fuga de la gran ciudad, pero a diferencia de muchos, su equipaje de viaje incluyó una bicicleta y de compañero de viaje Der Kompater Zottacko.
En punto de la media noche los Das Kompater y Zottacko junto a sus flamantes bicicletas abordaron el autobús de la aventura rumbo a San Andrés Tuxtla, Veracruz.
Esa, al igual que las noches anteriores, el sueño fue intermitente. El nerviosismo, las ansias de llegar y la emoción de emprender una aventura les apartó de Morfeo. Apenas al clarear el alba, Das Kompater fijo su vista en la carretera que el autobús devoraba a su paso y se imaginó recorrerla junto a Zottacko y Dora (su bicicleta Giant Yukon FX 2008).
A las 8 a.m. arrivaron a su destino sin contratiempos. Sin embargo, en la premura por comezar a pedalear, Zottacko olvidó sus anteojos en el autobús, por lo que solicitamos su recuperación en su siguiente destino: Catemaco, donde el par de exploradores pasarían la noche.
Una vez arreglado ese menester subieron a sus vehículos rumbo a Tres Zapotes, la cuna de la cultura Olmeca.
Pero antes despertaron la fauna estomacal con el siguiente menú:
1 Yogurt
1 Jugo "Del Valle"
1/2 Sándwich o un intento del mismo. (1 cuadro de jamón que no más grande de 10cms x lado y 1 rebanada de queso o sustituto de queso)
El trayecto hacia Tres Zapotes fue de 26kms, la primera etapa tuvo descensos ligeros, algunos ascensos y curvas cerradas en pendientes más pronunciadas, lo que permitió alcanzar una velocidad máxima de 56kms/h. La constante del paisaje fue un verdor revitalizante, altos pastizales flanqueaban el pavimento ausente de baches y otros obstáculos.
La segunda etapa, al llegar a Santiago Tuxtla se tornó un poco más urbano. Sin embargo, a los pocos kilómetros de tomar la desviación hacia "Dos Caminos" y luego hacia "Tres Zapotes" el paisaje se llena de verdor, amplios sembradíos de maíz, pastizales y pequeños poblados ubicados como cuentas de un Rosario, cada cierta distancia. De ahí destaca "Potrero" sus casas coloridas parecieran haber sido sacadas de una postal de mexicaneidad.
En Tres Zapotes, visitaron el museo de sitio donde se exhibe una de las Cabezas Monumentales encontradas en el lugar, así como otros vestigios de la cultura Olmeca.
Encontraron en el único restaurante apto para turistas un filete de res encebollado y sendos jugos para acompañarlo.
Además encontraron una de esas huella de la sabiduría y filosofía urbana, ahí en un poblado lejos del mercantilismo, cerca de las raíces de la cultura mexicana, descubrieron que: "¡El graffiti no daña; el Amor si!"
De regreso, el escenario no fue muy alentador. El viento en contra, la humedad en pleno y el sol abrasador derritiendo el poco cerebro que les quedaba.
Las pausas se volvieron más frecuentes y la sombra, aunque poca, se agradece cual regalo divino. No por nada dice Der Papa V: "Cuando el camino es largo; hasta el sombrero cansa".
Con cada pedaleada, los aventureros dejaron parte de sí, en el camino; ya sea en forma de sudor, hígados y otras secreciones. Hasta que finalmente llegaron al poblado de Santiago Tuxtla.
La parada obligada, además de las tiendas de abarrotes en búsqueda de líquidos, fue el mercado, donde compraron sendos plátanos y naranjas para reponerse del desgaste.
Al buscar una sombra donde protegerse del Sol, se encontraron bajo un techado de lámina frente un par de negocios cerrados.
Das Kompater y Zottacko se encontraban, concentrados en las labores alimenticias y de desollar sus naranjas, sintiendo las miradas curiosas en sus rostros, vestimentas y vehículos.
Al poco rato, un niño de no más de 12 años, se les acercó tímidamente. Su rostro y sus ojos, llenos de ilusión, en sus manos, llevaba un plato cubierto con una servilleta.
Al verlo, Das Kompater y su compinche se miraron extrañados. El niño al notar la reacción, les dijo como a un par de bebés: "Para ustedes".
Con la interrogante en el rostro y el escepticismo de cualquier citadino preguntaron: "¿Cuánto cuestan?"
La mercancía en cuestión eran un par de Sándwiches. Y no tenían precio.
Cual españoles en épocas de descubrimientos, al llegar a las costas la gran Tenochtitlán (si es que hubo tal cosa), el par de exploradores atestiguó la hospitalidad que pudieron haber recibido los conquistadores. Salvo que en lugar piedras y metales preciosos, la ofrenda vino en forma de emparedados.
Darío, al ver a los ciclistas vio materializados algunos de sus sueños, conocer alguien tan apasionado como él del ciclismo.
Al conversar su con él, su amigo y su Mamá supieron que primera instancia el par de Tlahuicas fue confundido con un par de "gringos" (americanos). Sin espíritus malinchistas, Darío sintió que debía contactar a los extranjeros y dejar en ellos su huella. Definitivamente lo hicieron, más allá de lo sabroso de los alimentos.
También fue gracias a ellos que supieron la existencia de un museo local y dos cabezas Olmecas monumentales. Una dentro del museo y otra en la plaza central del pueblo.
El cansancio, la deshidratación, la humedad y falta de energía los obligó a tomar un autobús rumbo a catemaco, donde, les esperaban los anteojos de Zottacko y una suave, cómoda y reconfortante cama para cada quien.
Sin embargo, todas las circunstancias adversas ya habían hecho mella en la condición física de Das Kompater y sin muchas advertencias las náuseas le invadieron haciendo imposible retener en es estómago su contenido. Como si hubiera poco, el ejercicio de sus abdominales, en cada reflejo para volver el estómago, sus músculos se contrajeron al borde del calambre, lo cual lo dejó aún más agotado, así que su única opción fue: ¡dormir!
A media noche, Das Kompater despertó, como alguna veces, sintiéndose ajeno a la cama en la que duerme, adormilado, se hizo las preguntas rigor para salir de dudas: ¿Sólo o acompañado? ¿Casa u hotel?
Desde que nuestro gañán de pacotilla ingresó a las filas corporativistas trasnacionales, Das Kompater casi no ha gozado de días de asueto. Así que ante cualquier oportunidad de olvidarse del trabajo, hace todo cuanto esté en sus manos para evadirse.
En esta ocasión vio la oportunidad de hacer un "puente" juntando un fin de semana con el famoso "Grito de independencia".
Como muchos chilangos, Das Kompater se dio a la fuga de la gran ciudad, pero a diferencia de muchos, su equipaje de viaje incluyó una bicicleta y de compañero de viaje Der Kompater Zottacko.
En punto de la media noche los Das Kompater y Zottacko junto a sus flamantes bicicletas abordaron el autobús de la aventura rumbo a San Andrés Tuxtla, Veracruz.
Esa, al igual que las noches anteriores, el sueño fue intermitente. El nerviosismo, las ansias de llegar y la emoción de emprender una aventura les apartó de Morfeo. Apenas al clarear el alba, Das Kompater fijo su vista en la carretera que el autobús devoraba a su paso y se imaginó recorrerla junto a Zottacko y Dora (su bicicleta Giant Yukon FX 2008).
A las 8 a.m. arrivaron a su destino sin contratiempos. Sin embargo, en la premura por comezar a pedalear, Zottacko olvidó sus anteojos en el autobús, por lo que solicitamos su recuperación en su siguiente destino: Catemaco, donde el par de exploradores pasarían la noche.
Una vez arreglado ese menester subieron a sus vehículos rumbo a Tres Zapotes, la cuna de la cultura Olmeca.
Pero antes despertaron la fauna estomacal con el siguiente menú:
1 Yogurt
1 Jugo "Del Valle"
1/2 Sándwich o un intento del mismo. (1 cuadro de jamón que no más grande de 10cms x lado y 1 rebanada de queso o sustituto de queso)
El trayecto hacia Tres Zapotes fue de 26kms, la primera etapa tuvo descensos ligeros, algunos ascensos y curvas cerradas en pendientes más pronunciadas, lo que permitió alcanzar una velocidad máxima de 56kms/h. La constante del paisaje fue un verdor revitalizante, altos pastizales flanqueaban el pavimento ausente de baches y otros obstáculos.
La segunda etapa, al llegar a Santiago Tuxtla se tornó un poco más urbano. Sin embargo, a los pocos kilómetros de tomar la desviación hacia "Dos Caminos" y luego hacia "Tres Zapotes" el paisaje se llena de verdor, amplios sembradíos de maíz, pastizales y pequeños poblados ubicados como cuentas de un Rosario, cada cierta distancia. De ahí destaca "Potrero" sus casas coloridas parecieran haber sido sacadas de una postal de mexicaneidad.
En Tres Zapotes, visitaron el museo de sitio donde se exhibe una de las Cabezas Monumentales encontradas en el lugar, así como otros vestigios de la cultura Olmeca.
Encontraron en el único restaurante apto para turistas un filete de res encebollado y sendos jugos para acompañarlo.
Además encontraron una de esas huella de la sabiduría y filosofía urbana, ahí en un poblado lejos del mercantilismo, cerca de las raíces de la cultura mexicana, descubrieron que: "¡El graffiti no daña; el Amor si!"
De regreso, el escenario no fue muy alentador. El viento en contra, la humedad en pleno y el sol abrasador derritiendo el poco cerebro que les quedaba.
Las pausas se volvieron más frecuentes y la sombra, aunque poca, se agradece cual regalo divino. No por nada dice Der Papa V: "Cuando el camino es largo; hasta el sombrero cansa".
Con cada pedaleada, los aventureros dejaron parte de sí, en el camino; ya sea en forma de sudor, hígados y otras secreciones. Hasta que finalmente llegaron al poblado de Santiago Tuxtla.
La parada obligada, además de las tiendas de abarrotes en búsqueda de líquidos, fue el mercado, donde compraron sendos plátanos y naranjas para reponerse del desgaste.
Al buscar una sombra donde protegerse del Sol, se encontraron bajo un techado de lámina frente un par de negocios cerrados.
Das Kompater y Zottacko se encontraban, concentrados en las labores alimenticias y de desollar sus naranjas, sintiendo las miradas curiosas en sus rostros, vestimentas y vehículos.
Al poco rato, un niño de no más de 12 años, se les acercó tímidamente. Su rostro y sus ojos, llenos de ilusión, en sus manos, llevaba un plato cubierto con una servilleta.
Al verlo, Das Kompater y su compinche se miraron extrañados. El niño al notar la reacción, les dijo como a un par de bebés: "Para ustedes".
Con la interrogante en el rostro y el escepticismo de cualquier citadino preguntaron: "¿Cuánto cuestan?"
La mercancía en cuestión eran un par de Sándwiches. Y no tenían precio.
Cual españoles en épocas de descubrimientos, al llegar a las costas la gran Tenochtitlán (si es que hubo tal cosa), el par de exploradores atestiguó la hospitalidad que pudieron haber recibido los conquistadores. Salvo que en lugar piedras y metales preciosos, la ofrenda vino en forma de emparedados.
Darío, al ver a los ciclistas vio materializados algunos de sus sueños, conocer alguien tan apasionado como él del ciclismo.
Al conversar su con él, su amigo y su Mamá supieron que primera instancia el par de Tlahuicas fue confundido con un par de "gringos" (americanos). Sin espíritus malinchistas, Darío sintió que debía contactar a los extranjeros y dejar en ellos su huella. Definitivamente lo hicieron, más allá de lo sabroso de los alimentos.
También fue gracias a ellos que supieron la existencia de un museo local y dos cabezas Olmecas monumentales. Una dentro del museo y otra en la plaza central del pueblo.
El cansancio, la deshidratación, la humedad y falta de energía los obligó a tomar un autobús rumbo a catemaco, donde, les esperaban los anteojos de Zottacko y una suave, cómoda y reconfortante cama para cada quien.
Sin embargo, todas las circunstancias adversas ya habían hecho mella en la condición física de Das Kompater y sin muchas advertencias las náuseas le invadieron haciendo imposible retener en es estómago su contenido. Como si hubiera poco, el ejercicio de sus abdominales, en cada reflejo para volver el estómago, sus músculos se contrajeron al borde del calambre, lo cual lo dejó aún más agotado, así que su única opción fue: ¡dormir!
A media noche, Das Kompater despertó, como alguna veces, sintiéndose ajeno a la cama en la que duerme, adormilado, se hizo las preguntas rigor para salir de dudas: ¿Sólo o acompañado? ¿Casa u hotel?
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