Pareciera que ya es costumbre que Das Kompater tenga empleos en los que las vacaciones son meras ilusiones.
Desde que nuestro gañán de pacotilla ingresó a las filas corporativistas trasnacionales, Das Kompater casi no ha gozado de días de asueto. Así que ante cualquier oportunidad de olvidarse del trabajo, hace todo cuanto esté en sus manos para evadirse.
En esta ocasión vio la oportunidad de hacer un "puente" juntando un fin de semana con el famoso "Grito de independencia".
Como muchos chilangos, Das Kompater se dio a la fuga de la gran ciudad, pero a diferencia de muchos, su equipaje de viaje incluyó una bicicleta y de compañero de viaje Der Kompater Zottacko.
En punto de la media noche los Das Kompater y Zottacko junto a sus flamantes bicicletas abordaron el autobús de la aventura rumbo a San Andrés Tuxtla, Veracruz.
Esa, al igual que las noches anteriores, el sueño fue intermitente. El nerviosismo, las ansias de llegar y la emoción de emprender una aventura les apartó de Morfeo. Apenas al clarear el alba, Das Kompater fijo su vista en la carretera que el autobús devoraba a su paso y se imaginó recorrerla junto a Zottacko y Dora (su bicicleta Giant Yukon FX 2008).
A las 8 a.m. arrivaron a su destino sin contratiempos. Sin embargo, en la premura por comezar a pedalear, Zottacko olvidó sus anteojos en el autobús, por lo que solicitamos su recuperación en su siguiente destino: Catemaco, donde el par de exploradores pasarían la noche.
Una vez arreglado ese menester subieron a sus vehículos rumbo a Tres Zapotes, la cuna de la cultura Olmeca.
Pero antes despertaron la fauna estomacal con el siguiente menú:
1 Yogurt
1 Jugo "Del Valle"
1/2 Sándwich o un intento del mismo. (1 cuadro de jamón que no más grande de 10cms x lado y 1 rebanada de queso o sustituto de queso)
El trayecto hacia Tres Zapotes fue de 26kms, la primera etapa tuvo descensos ligeros, algunos ascensos y curvas cerradas en pendientes más pronunciadas, lo que permitió alcanzar una velocidad máxima de 56kms/h. La constante del paisaje fue un verdor revitalizante, altos pastizales flanqueaban el pavimento ausente de baches y otros obstáculos.
La segunda etapa, al llegar a Santiago Tuxtla se tornó un poco más urbano. Sin embargo, a los pocos kilómetros de tomar la desviación hacia "Dos Caminos" y luego hacia "Tres Zapotes" el paisaje se llena de verdor, amplios sembradíos de maíz, pastizales y pequeños poblados ubicados como cuentas de un Rosario, cada cierta distancia. De ahí destaca "Potrero" sus casas coloridas parecieran haber sido sacadas de una postal de mexicaneidad.
En Tres Zapotes, visitaron el museo de sitio donde se exhibe una de las Cabezas Monumentales encontradas en el lugar, así como otros vestigios de la cultura Olmeca.
Encontraron en el único restaurante apto para turistas un filete de res encebollado y sendos jugos para acompañarlo.
Además encontraron una de esas huella de la sabiduría y filosofía urbana, ahí en un poblado lejos del mercantilismo, cerca de las raíces de la cultura mexicana, descubrieron que: "¡El graffiti no daña; el Amor si!"
De regreso, el escenario no fue muy alentador. El viento en contra, la humedad en pleno y el sol abrasador derritiendo el poco cerebro que les quedaba.
Las pausas se volvieron más frecuentes y la sombra, aunque poca, se agradece cual regalo divino. No por nada dice Der Papa V: "Cuando el camino es largo; hasta el sombrero cansa".
Con cada pedaleada, los aventureros dejaron parte de sí, en el camino; ya sea en forma de sudor, hígados y otras secreciones. Hasta que finalmente llegaron al poblado de Santiago Tuxtla.
La parada obligada, además de las tiendas de abarrotes en búsqueda de líquidos, fue el mercado, donde compraron sendos plátanos y naranjas para reponerse del desgaste.
Al buscar una sombra donde protegerse del Sol, se encontraron bajo un techado de lámina frente un par de negocios cerrados.
Das Kompater y Zottacko se encontraban, concentrados en las labores alimenticias y de desollar sus naranjas, sintiendo las miradas curiosas en sus rostros, vestimentas y vehículos.
Al poco rato, un niño de no más de 12 años, se les acercó tímidamente. Su rostro y sus ojos, llenos de ilusión, en sus manos, llevaba un plato cubierto con una servilleta.
Al verlo, Das Kompater y su compinche se miraron extrañados. El niño al notar la reacción, les dijo como a un par de bebés: "Para ustedes".
Con la interrogante en el rostro y el escepticismo de cualquier citadino preguntaron: "¿Cuánto cuestan?"
La mercancía en cuestión eran un par de Sándwiches. Y no tenían precio.
Cual españoles en épocas de descubrimientos, al llegar a las costas la gran Tenochtitlán (si es que hubo tal cosa), el par de exploradores atestiguó la hospitalidad que pudieron haber recibido los conquistadores. Salvo que en lugar piedras y metales preciosos, la ofrenda vino en forma de emparedados.
Darío, al ver a los ciclistas vio materializados algunos de sus sueños, conocer alguien tan apasionado como él del ciclismo.
Al conversar su con él, su amigo y su Mamá supieron que primera instancia el par de Tlahuicas fue confundido con un par de "gringos" (americanos). Sin espíritus malinchistas, Darío sintió que debía contactar a los extranjeros y dejar en ellos su huella. Definitivamente lo hicieron, más allá de lo sabroso de los alimentos.
También fue gracias a ellos que supieron la existencia de un museo local y dos cabezas Olmecas monumentales. Una dentro del museo y otra en la plaza central del pueblo.
El cansancio, la deshidratación, la humedad y falta de energía los obligó a tomar un autobús rumbo a catemaco, donde, les esperaban los anteojos de Zottacko y una suave, cómoda y reconfortante cama para cada quien.
Sin embargo, todas las circunstancias adversas ya habían hecho mella en la condición física de Das Kompater y sin muchas advertencias las náuseas le invadieron haciendo imposible retener en es estómago su contenido. Como si hubiera poco, el ejercicio de sus abdominales, en cada reflejo para volver el estómago, sus músculos se contrajeron al borde del calambre, lo cual lo dejó aún más agotado, así que su única opción fue: ¡dormir!
A media noche, Das Kompater despertó, como alguna veces, sintiéndose ajeno a la cama en la que duerme, adormilado, se hizo las preguntas rigor para salir de dudas: ¿Sólo o acompañado? ¿Casa u hotel?
Desde que nuestro gañán de pacotilla ingresó a las filas corporativistas trasnacionales, Das Kompater casi no ha gozado de días de asueto. Así que ante cualquier oportunidad de olvidarse del trabajo, hace todo cuanto esté en sus manos para evadirse.
En esta ocasión vio la oportunidad de hacer un "puente" juntando un fin de semana con el famoso "Grito de independencia".
Como muchos chilangos, Das Kompater se dio a la fuga de la gran ciudad, pero a diferencia de muchos, su equipaje de viaje incluyó una bicicleta y de compañero de viaje Der Kompater Zottacko.
En punto de la media noche los Das Kompater y Zottacko junto a sus flamantes bicicletas abordaron el autobús de la aventura rumbo a San Andrés Tuxtla, Veracruz.
Esa, al igual que las noches anteriores, el sueño fue intermitente. El nerviosismo, las ansias de llegar y la emoción de emprender una aventura les apartó de Morfeo. Apenas al clarear el alba, Das Kompater fijo su vista en la carretera que el autobús devoraba a su paso y se imaginó recorrerla junto a Zottacko y Dora (su bicicleta Giant Yukon FX 2008).
A las 8 a.m. arrivaron a su destino sin contratiempos. Sin embargo, en la premura por comezar a pedalear, Zottacko olvidó sus anteojos en el autobús, por lo que solicitamos su recuperación en su siguiente destino: Catemaco, donde el par de exploradores pasarían la noche.
Una vez arreglado ese menester subieron a sus vehículos rumbo a Tres Zapotes, la cuna de la cultura Olmeca.
Pero antes despertaron la fauna estomacal con el siguiente menú:
1 Yogurt
1 Jugo "Del Valle"
1/2 Sándwich o un intento del mismo. (1 cuadro de jamón que no más grande de 10cms x lado y 1 rebanada de queso o sustituto de queso)
El trayecto hacia Tres Zapotes fue de 26kms, la primera etapa tuvo descensos ligeros, algunos ascensos y curvas cerradas en pendientes más pronunciadas, lo que permitió alcanzar una velocidad máxima de 56kms/h. La constante del paisaje fue un verdor revitalizante, altos pastizales flanqueaban el pavimento ausente de baches y otros obstáculos.
La segunda etapa, al llegar a Santiago Tuxtla se tornó un poco más urbano. Sin embargo, a los pocos kilómetros de tomar la desviación hacia "Dos Caminos" y luego hacia "Tres Zapotes" el paisaje se llena de verdor, amplios sembradíos de maíz, pastizales y pequeños poblados ubicados como cuentas de un Rosario, cada cierta distancia. De ahí destaca "Potrero" sus casas coloridas parecieran haber sido sacadas de una postal de mexicaneidad.
En Tres Zapotes, visitaron el museo de sitio donde se exhibe una de las Cabezas Monumentales encontradas en el lugar, así como otros vestigios de la cultura Olmeca.
Encontraron en el único restaurante apto para turistas un filete de res encebollado y sendos jugos para acompañarlo.
Además encontraron una de esas huella de la sabiduría y filosofía urbana, ahí en un poblado lejos del mercantilismo, cerca de las raíces de la cultura mexicana, descubrieron que: "¡El graffiti no daña; el Amor si!"
De regreso, el escenario no fue muy alentador. El viento en contra, la humedad en pleno y el sol abrasador derritiendo el poco cerebro que les quedaba.
Las pausas se volvieron más frecuentes y la sombra, aunque poca, se agradece cual regalo divino. No por nada dice Der Papa V: "Cuando el camino es largo; hasta el sombrero cansa".
Con cada pedaleada, los aventureros dejaron parte de sí, en el camino; ya sea en forma de sudor, hígados y otras secreciones. Hasta que finalmente llegaron al poblado de Santiago Tuxtla.
La parada obligada, además de las tiendas de abarrotes en búsqueda de líquidos, fue el mercado, donde compraron sendos plátanos y naranjas para reponerse del desgaste.
Al buscar una sombra donde protegerse del Sol, se encontraron bajo un techado de lámina frente un par de negocios cerrados.
Das Kompater y Zottacko se encontraban, concentrados en las labores alimenticias y de desollar sus naranjas, sintiendo las miradas curiosas en sus rostros, vestimentas y vehículos.
Al poco rato, un niño de no más de 12 años, se les acercó tímidamente. Su rostro y sus ojos, llenos de ilusión, en sus manos, llevaba un plato cubierto con una servilleta.
Al verlo, Das Kompater y su compinche se miraron extrañados. El niño al notar la reacción, les dijo como a un par de bebés: "Para ustedes".
Con la interrogante en el rostro y el escepticismo de cualquier citadino preguntaron: "¿Cuánto cuestan?"
La mercancía en cuestión eran un par de Sándwiches. Y no tenían precio.
Cual españoles en épocas de descubrimientos, al llegar a las costas la gran Tenochtitlán (si es que hubo tal cosa), el par de exploradores atestiguó la hospitalidad que pudieron haber recibido los conquistadores. Salvo que en lugar piedras y metales preciosos, la ofrenda vino en forma de emparedados.
Darío, al ver a los ciclistas vio materializados algunos de sus sueños, conocer alguien tan apasionado como él del ciclismo.
Al conversar su con él, su amigo y su Mamá supieron que primera instancia el par de Tlahuicas fue confundido con un par de "gringos" (americanos). Sin espíritus malinchistas, Darío sintió que debía contactar a los extranjeros y dejar en ellos su huella. Definitivamente lo hicieron, más allá de lo sabroso de los alimentos.
También fue gracias a ellos que supieron la existencia de un museo local y dos cabezas Olmecas monumentales. Una dentro del museo y otra en la plaza central del pueblo.
El cansancio, la deshidratación, la humedad y falta de energía los obligó a tomar un autobús rumbo a catemaco, donde, les esperaban los anteojos de Zottacko y una suave, cómoda y reconfortante cama para cada quien.
Sin embargo, todas las circunstancias adversas ya habían hecho mella en la condición física de Das Kompater y sin muchas advertencias las náuseas le invadieron haciendo imposible retener en es estómago su contenido. Como si hubiera poco, el ejercicio de sus abdominales, en cada reflejo para volver el estómago, sus músculos se contrajeron al borde del calambre, lo cual lo dejó aún más agotado, así que su única opción fue: ¡dormir!
A media noche, Das Kompater despertó, como alguna veces, sintiéndose ajeno a la cama en la que duerme, adormilado, se hizo las preguntas rigor para salir de dudas: ¿Sólo o acompañado? ¿Casa u hotel?
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