...Apenas cobró conciencia, Das Kompater se sintió feliz por realizar tan anhelado sueño.
A las 6 AM sonó el despertador de Zottacko (primer intento). A las 6:30 sonó el otro despertador de Zottacko, (segundo intento). A las 6:45 sonó el estómago de Das Kompater (intento final) y ambos, tras una breve y pueril guerra de almohadas despertaron.
Debido a las características topográficas de la zona, es posible desayunar algo ligero como fruta y jugos (zumos) a muy bajo costo. Sin embargo, Das Kompater y Zottacko prefirieron algo menos... saludable:
Memela (Tortilla de maíz muy grande, una base de frijoles negros refritos, lechuga picada, queso rallado y pollo desmenuzado)
Una orden de 3 picaditas (tortillas de maíz con la orilla levantada, base de salsa roja -muy picosa- y queso)
2 jugo de naranja.
1 "chocomilk" (leche batida con chocolate en polvo. La penetración de la marca "Chocomilk" hizo que casi cualquier mexicano identifique la bebida con ese nombre).
Con apenas algo de alimento en sus estómagos, tomaron camino hacia el "Salto de Eyipantla".
Apenas eran las 8:30 AM y la humedad ya se sentía en el aire. El cielo apenas clareaba el alba y las aves comenzaron su perenne recorrido de sus moradas a las zonas de alimentación.
Das Kompater y Zottacko emprendieron el camino hacia el "Salto de Eyipantla". El camino no fue muy largo, el viento y la pendiente a su favor aligeró la marcha.
Casi a la mitad del camino entre Catemaco y San Andrés Tuxtla, encontraron la pequeña desviación hacia el "Salto de Eyipantla". Cabe mencionar que la salida es tan pequeña que Zottacko se habría seguido de largo si no hubiera visto a Das Kompater hacerle señas.
En adelante el camino hermoso, largos pastizales flanqueaban la carretera y las copas de los árboles, como enamorados separados por el camino, extienden sus brazos para se unirse y techar el cielo.
A las 9:30, los ciclistas ya se encontraban en el famoso paraje. Por desgracia la afluencia de turistas ya corrompió la infancia de varias criaturas. Que sin siquiera decir "hola" piden dinero.
No obstante, algunos otros están dispuestos a trabajar a cambio de 10 pesos. Tal fue el caso de Daniel, un niño de no más de 11 años que sin ofrecerse aceptó cuidar las bicicletas mientras el par de aventureros descendía los más de 400 escalones hasta el río.
La atracción de lugar obviamente es "el salto" que consiste en una cascada impresionante, por su altura y ubicación, enclavada en la densa vegetación.
Además, a unos metros de la base, es posible disfrutar de mojarras, cervezas y otras bebidas espirituosas.
Por la forma peculiar de viajar el par de intrépidos sólo pudo pedir sendos cocos y tras beber su agua comieron su pulpa.
En eso estaban, cuando de pronto, distinguieron una escuálida figura a la distancia. Se trataba del buen Daniel, quien abandonó su puesto de vigilancia para averiguar dónde se encontraban los dos extraños turistas.
Así pues, no hubo más remedio que invitarle a Daniel algo de coco bañado en limón y chile.
Quizás por la proeza de haber viajado en bicicleta hasta tan hermoso lugar, quizás por la ridiculez de su atuendo o el olor a sudor añejado, una hermosa joven, como en la antigua Grecia coronó las sienes de nuestros amigos con ramitas de albahaca (pal dolor de cabeza y ahuyentar las malas vibras).
De regreso, el camino fue hermoso, Das Kompater llevaba un ritmo tranquilo para no sufrir los problemas del día anterior. Sin embargo, la suerte estaba echada.
Zottacko pidió detenerse en una estación de Gasolina para vaciar el tanque de líquidos y mientras lo hacía las nauseas invadieron a Das Kompater.
En cada respiración, una oleada de mareo y malestar privaba a Das Kompater y así el acto reflejo fue inevitable y echó fuera lo que tan gustosamente se había echado dentro.
Apenas Das Kompater recobró la figura tomaron camino devuelta a Catemaco. Por desgracia al llegar al poblado y como quien pisa tierra santa, Das Kompater tambaleante dio unos pasos antes de hincarse y en plena calle repitió la dosis.
Una vez en el Hotel, se consiguió uno de los remedios de minero más socorridos y aunque ignoraba si funcionaba se auto-recetó una Coca-Cola tibia (no había fría) reposó la panza sintiéndose el hombre con los abdominales más sobresalientes tras haber recorrido cerca de 30 kms y haber vomitado 2 veces.
Si bien el agotamiento los dejó rendidos, el hambre pudo más. Así, se acicalaron tanto como les fue posible para degustar la especialidad de la región: "Tegogoles".
Muy cerca de la playa del brujo, Das Kompater y Zottacko entraron a uno de los restaurantes que les llamó la atención especialmente por no tener pregoneros ni plañideras deseosos de atraer clientes.
El sazón si bien merece ser reconocido, no se acerca a las expectativas que Das Kompater tenía de una zona tan mágica y exótica.
El menú para el par de hambreados fue:
Tegogoles al centro
Sopa de mariscos (aguada y con un picor de carraspera)
Mojarra Tachovi (Picante y sabrosa)
Por desgracia, las actividades físicas de los atletas les impidió ingerir bebidas alcohólicas, sin embargo, un antojo de "Toritos" se adentró en la mente de Das Kompater.
Y dado el poco espacio de tan pequeña mente, cualquier antojo ocupa el 100% de su mente.
Después de comer y reposar un rato la comía, Zottacko y Das Kompater deambularon por la ciudad tanto como se los permitió una lluvia ligera, de esas que dicen: moja-pendejos.
Mientras lo hacían, la idea del "Torito" creció y creció y creyó haber llegado a buen puerto, cuando, "una mexicana que chicharrones vendía..." les dijo donde podrían conseguir la bebida espirituosa.
En repetidas ocasiones el par de tlahuicas se encontraron con sitios donde vendía el concentrado por litro. Sin embargo, dado que viajaban con el equipaje en sus espaldas y las maletas eran pequeñas, comprar un litro solo sería útil si lo bebieran todo, pero de nuevo el riesgo de emborracharse, con la consecuente deshidratación, era un riesgo que no podían correr.
Así que, luego de buscar y buscar, encontraron un sitio donde vendía el "burel" individual con sabor a coco. Pero... ¡oh sorpresa! se trataba de un pésimo helado de coco artificial con "aguardiente" puesto en una copa.
Al parecer, Veracruz se negaba a descubrir sus manjares preciosos en las fauces de Das Kompater.
Desangelado, Das Kompater puso buena cara y junto a Zottacko volvieron al Hotel. Pues a las 6 AM, viajarían al Puerto de Veracruz.
El rayito de alegría fue una de esas imágenes del México surrealista: Una bicicleta alubike trapada en una pipa de agua... pero... ¿porqué no? ¡usando la defensa delantera como rack!
A las 6 AM sonó el despertador de Zottacko (primer intento). A las 6:30 sonó el otro despertador de Zottacko, (segundo intento). A las 6:45 sonó el estómago de Das Kompater (intento final) y ambos, tras una breve y pueril guerra de almohadas despertaron.
Debido a las características topográficas de la zona, es posible desayunar algo ligero como fruta y jugos (zumos) a muy bajo costo. Sin embargo, Das Kompater y Zottacko prefirieron algo menos... saludable:
Memela (Tortilla de maíz muy grande, una base de frijoles negros refritos, lechuga picada, queso rallado y pollo desmenuzado)
Una orden de 3 picaditas (tortillas de maíz con la orilla levantada, base de salsa roja -muy picosa- y queso)
2 jugo de naranja.
1 "chocomilk" (leche batida con chocolate en polvo. La penetración de la marca "Chocomilk" hizo que casi cualquier mexicano identifique la bebida con ese nombre).
Con apenas algo de alimento en sus estómagos, tomaron camino hacia el "Salto de Eyipantla".
Apenas eran las 8:30 AM y la humedad ya se sentía en el aire. El cielo apenas clareaba el alba y las aves comenzaron su perenne recorrido de sus moradas a las zonas de alimentación.
Das Kompater y Zottacko emprendieron el camino hacia el "Salto de Eyipantla". El camino no fue muy largo, el viento y la pendiente a su favor aligeró la marcha.
Casi a la mitad del camino entre Catemaco y San Andrés Tuxtla, encontraron la pequeña desviación hacia el "Salto de Eyipantla". Cabe mencionar que la salida es tan pequeña que Zottacko se habría seguido de largo si no hubiera visto a Das Kompater hacerle señas.
En adelante el camino hermoso, largos pastizales flanqueaban la carretera y las copas de los árboles, como enamorados separados por el camino, extienden sus brazos para se unirse y techar el cielo.
A las 9:30, los ciclistas ya se encontraban en el famoso paraje. Por desgracia la afluencia de turistas ya corrompió la infancia de varias criaturas. Que sin siquiera decir "hola" piden dinero.
No obstante, algunos otros están dispuestos a trabajar a cambio de 10 pesos. Tal fue el caso de Daniel, un niño de no más de 11 años que sin ofrecerse aceptó cuidar las bicicletas mientras el par de aventureros descendía los más de 400 escalones hasta el río.
La atracción de lugar obviamente es "el salto" que consiste en una cascada impresionante, por su altura y ubicación, enclavada en la densa vegetación.
Además, a unos metros de la base, es posible disfrutar de mojarras, cervezas y otras bebidas espirituosas.
Por la forma peculiar de viajar el par de intrépidos sólo pudo pedir sendos cocos y tras beber su agua comieron su pulpa.
En eso estaban, cuando de pronto, distinguieron una escuálida figura a la distancia. Se trataba del buen Daniel, quien abandonó su puesto de vigilancia para averiguar dónde se encontraban los dos extraños turistas.
Así pues, no hubo más remedio que invitarle a Daniel algo de coco bañado en limón y chile.
Quizás por la proeza de haber viajado en bicicleta hasta tan hermoso lugar, quizás por la ridiculez de su atuendo o el olor a sudor añejado, una hermosa joven, como en la antigua Grecia coronó las sienes de nuestros amigos con ramitas de albahaca (pal dolor de cabeza y ahuyentar las malas vibras).
De regreso, el camino fue hermoso, Das Kompater llevaba un ritmo tranquilo para no sufrir los problemas del día anterior. Sin embargo, la suerte estaba echada.
Zottacko pidió detenerse en una estación de Gasolina para vaciar el tanque de líquidos y mientras lo hacía las nauseas invadieron a Das Kompater.
En cada respiración, una oleada de mareo y malestar privaba a Das Kompater y así el acto reflejo fue inevitable y echó fuera lo que tan gustosamente se había echado dentro.
Apenas Das Kompater recobró la figura tomaron camino devuelta a Catemaco. Por desgracia al llegar al poblado y como quien pisa tierra santa, Das Kompater tambaleante dio unos pasos antes de hincarse y en plena calle repitió la dosis.
Una vez en el Hotel, se consiguió uno de los remedios de minero más socorridos y aunque ignoraba si funcionaba se auto-recetó una Coca-Cola tibia (no había fría) reposó la panza sintiéndose el hombre con los abdominales más sobresalientes tras haber recorrido cerca de 30 kms y haber vomitado 2 veces.
Si bien el agotamiento los dejó rendidos, el hambre pudo más. Así, se acicalaron tanto como les fue posible para degustar la especialidad de la región: "Tegogoles".
Muy cerca de la playa del brujo, Das Kompater y Zottacko entraron a uno de los restaurantes que les llamó la atención especialmente por no tener pregoneros ni plañideras deseosos de atraer clientes.
El sazón si bien merece ser reconocido, no se acerca a las expectativas que Das Kompater tenía de una zona tan mágica y exótica.
El menú para el par de hambreados fue:
Tegogoles al centro
Sopa de mariscos (aguada y con un picor de carraspera)
Mojarra Tachovi (Picante y sabrosa)
Por desgracia, las actividades físicas de los atletas les impidió ingerir bebidas alcohólicas, sin embargo, un antojo de "Toritos" se adentró en la mente de Das Kompater.
Y dado el poco espacio de tan pequeña mente, cualquier antojo ocupa el 100% de su mente.
Después de comer y reposar un rato la comía, Zottacko y Das Kompater deambularon por la ciudad tanto como se los permitió una lluvia ligera, de esas que dicen: moja-pendejos.
Mientras lo hacían, la idea del "Torito" creció y creció y creyó haber llegado a buen puerto, cuando, "una mexicana que chicharrones vendía..." les dijo donde podrían conseguir la bebida espirituosa.
En repetidas ocasiones el par de tlahuicas se encontraron con sitios donde vendía el concentrado por litro. Sin embargo, dado que viajaban con el equipaje en sus espaldas y las maletas eran pequeñas, comprar un litro solo sería útil si lo bebieran todo, pero de nuevo el riesgo de emborracharse, con la consecuente deshidratación, era un riesgo que no podían correr.
Así que, luego de buscar y buscar, encontraron un sitio donde vendía el "burel" individual con sabor a coco. Pero... ¡oh sorpresa! se trataba de un pésimo helado de coco artificial con "aguardiente" puesto en una copa.
Al parecer, Veracruz se negaba a descubrir sus manjares preciosos en las fauces de Das Kompater.
Desangelado, Das Kompater puso buena cara y junto a Zottacko volvieron al Hotel. Pues a las 6 AM, viajarían al Puerto de Veracruz.
El rayito de alegría fue una de esas imágenes del México surrealista: Una bicicleta alubike trapada en una pipa de agua... pero... ¿porqué no? ¡usando la defensa delantera como rack!
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