miércoles, 17 de septiembre de 2008

Aquél arte extraño



Hace ya más de 20 años, Igor Vladimirov, tuvo uno de los escasísimos momentos de buena onda hacia Das Kompater.

Fue en una pequeña calle cerrada, de esas que tienen una pequeña glorieta en el fondo al rededor de la cual se acomodan ampliamente 5 ó 6 casas que difícilmente entraría en la categoría de pobres.

Dadas las características de las humildes mansiones, sus banquetas son amplias y sin muchas irregularidades, ideales para desplazarse en dos ruedas.

Así, Igor Vladimirov, llevó al joven Das Kompater cual corderito al matadero.

Ya antes, la piel de Das Kompater había resentido las inclemencias de su fraternal cariño. (caer de una yegua o enterrarle un lápiz en la mano por mencionar algunas).

No obstante, la fe ciega que infunde una orden paternal como: "Ve con tu hermano" fue suficiente para despejar todo miedo.

Ya en el sitio, Igor Vladimirov le ordenó a Das Kompater recordar el movimiento que describen sus piernas al usar su afamado "triciclo Apache".

Con esto en mente, notó una sensación de desequilibrio al subirse a aquel aparato de dos ruedas. Sin embargo, la mano "protectora" de Igor Vladimirov que le sostenía del asiento le permitió permanecer un instante en ristre.

Luego de un par de caídas y sendos raspones Das Kompater logró dominar aquél arte extraño llamado: andar en bicicleta...

1 comentario:

der kompater ponko dijo...

Muy buen preámbulo para la crónica que ya ansío poder leer en este blog!